Profecías
de la Beata Ana Catalina Emmerich
“Cuando los
ángeles echaron las
puertas abajo, fue como
un mar de imprecaciones, de injurias, de aullidos y de lamentos. Todos
tuvieron
que conocer y adorar a Jesús. Y éste fue el mayor de sus
suplicios. En el
medio del infierno había un abismo de tinieblas. Lucifer fue
precipitado en él
y encadenado, y negros vapores se extendían sobre él. Es
sabido que debe ser
desencadenado por algún tiempo, cincuenta o sesenta años
antes del año 2000
de Cristo. Otros muchos números que no me acuerdo fueron
marcados. Algunos
demonios deben ser sueltos antes ya para castigar y tentar al mundo.(
pág
187)”.
ÍNDICE
EL MISTERIO DE INIQUIDAD
«Vi diferentes partes de la tierra: mi guía me
nombró
Europa y, mostrándome un rincón arenoso, me dijo estas
importantes
palabras: – He aquí la Prusia enemiga. El me enseño a
continuación
un punto más al norte diciendo: – He aquí la Moscovia
trayendo
con ella muchos males.» (AA.III.133)
«Los habitantes eran de un orgullo inusitado. Vi que se armaban y
que
se trabajaba por todos los lados. Todo era sombrío y
amenazante»
«Vi ahí a San Basilio y a otros. Vi sobre el castillo de
tejados
relucientes, al maligno que se sostenía en las agujas»
«Vi que de entre los demonios encadenados por Cristo, cuando su
descenso
a los infiernos, algunos estaban sueltos, desde no hace mucho y
habían
suscitado esta secta. Vi que otros serán soltados de dos
generaciones
en dos generaciones. (19 octubre 1823).
«Ella vio (habla Brentano; el transcriptor) con sus terribles
consecuencias,
las medidas que los propagadores de las luces tomaban por todas partes
por
donde llegaban al poder y a la influencia, para abolir el culto divino
así
como todas las prácticas y los ejercicios de piedad, o para
hacer
de estos algo tan vano como lo eran las grandes palabras de luz, de
caridad
de espíritu, bajo las cuales ellos se ocultaban a si mismos y a
los
demás el vacío desolador de sus asuntos en los que Dios
no
estaba para nada. (AA.III.161)
«Mi guía me condujo alrededor de toda la tierra: me hizo
recorrer
sin cesar inmensas cavernas hechas de tinieblas y en las cuales vi una
inmensa
cantidad de personas errando por todas partes y ocupadas en obras
tenebrosas.
Parecía que yo recorriera todos los puntos habitados del globo,
no
viendo más que el mundo del vicio»
«A menudo veía nuevas tropas de hombres caer como desde lo
alto
en esta ceguera del vicio. No vi que nada mejorase... Me hizo entrar en
las
tinieblas y considerar de nuevo la malicia, la ceguera, la perversidad,
los
engaños, las pasiones vindicativas, el orgullo, el
engaño,
la envidia, la avaricia, la discordia, el asesinato, la lujuria y la
horrible
impiedad de los hombres, todo tipo de cosas que sin embargo no les eran
de
ningún beneficio, sino que les hacía cada vez más
ciegos
y miserables y les hundían en las tinieblas cada vez más
profundas.
A menudo tuve la impresión de que ciudades enteras se
encontraban
situadas sobre una corteza de tierra muy fina y corrían el
riesgo
de hundirse muy pronto en el abismo.»
«Vi a esos hombres cavar ellos mismos para otros fosas
ligeramente
recubiertas: pero no vi personas de bien en esas tinieblas, ni a nadie
por
consiguiente, caer en las fosas. Vi todos a estos malvados como grandes
espacios
tenebrosos que se extendían de un lado hasta otro; los
veía
en barullo como en la confusión tumultuosa de una gran feria,
formando
diversos grupos que se ejercían en el mal y masas que se
mezclaban
unas con otras: ellos cometían todo tipo de actos culpables y
cada
pecado traía como consecuencia otro. A menudo me parecía
que
me sumergía más profundamente todavía en la noche.
El
camino descendía una pendiente escarpada: era algo horriblemente
espantoso
y que se extendía alrededor de la tierra entera. Vi pueblos de
todos
los colores, llevando los ropajes más diversos y todos
sumergidos
en las abominaciones: (AA.II.151)
«A menudo me despertaba lleno de angustia y de terror:
veía
la luna brillar apaciblemente a través de la ventana, y oraba a
Dios
suplicándole que no me hiciera ver esas imágenes
espantosas.
Pero enseguida El me hacía descender de nuevo en esos terribles
espacios
tenebrosos y ver las abominaciones que se cometían. Me
encontraba
una vez en una esfera de pecado tan horrible que creí estar en
el
infierno y me puse a gritar y a gemir. Entonces mi guía me dijo:
«Yo
no estoy cerca de ti, y el infierno no puede estar ahí donde yo
estoy».
«Me pareció ver un lugar muy amplio que recibía
más
la claridad del día. Era como la imagen de una ciudad
perteneciente
a la parte del mundo que nosotros habitamos. Un horrible
espectáculo
me fue mostrado. Vi crucificar a Nuestro Señor Jesucristo. Yo
temblaba
hasta los huesos: porque no había ahí más que
hombres
de nuestra época. Era un martirio del Señor mucho
más
espantoso y mucho más cruel que el que debió sufrir de
los
Judíos. (AA.II.157)
«Terminando el relato de esta horrible visión cuyo
recuerdo
le provocaban palpitaciones convulsivas, y que nada pudo convencerla
para
contarlo todo entero, ella dijo: –mi conductor me habló
así:
«Tu has visto las abominaciones a las cuales los hombres ciegos
se
libran en las tinieblas»
«Vi ahí con horror un gran número de personas
conocidas
mías, incluso sacerdotes. Muchas líneas y ramificaciones
partiendo
de las personas que erraban en las tinieblas desembocaban en este lugar
(El
lugar de la nueva Crucifixión) (AA.II.157)
«Vi una muchedumbre innumerable de desgraciados oprimidos,
atormentados
y perseguidos de nuestros días en varios lugares, y vi siempre
que
se maltrataba por ello a Jesucristo en persona. Estamos en una
época
deplorable en la que no hay ya más, refugio contra el mal: una
densa
nube de pecado pesa sobre el mundo entero, y veo a los hombres hacer
las
cosas más abominables con una tranquilidad y una indiferencia
completas.(...)Vi
todo esto en varias visiones mientras que mi alma era conducida a
través
de diversos países sobre toda la tierra» (CC.89)
«Vi nuevos mártires, no del tiempo presente (1820,
año
de la visión) sino del tiempo que vendrá.(...) Sin
embargo
veo que se les oprime ya» (AA.III.112)
LA DEMOLICIÓN DE LA
IGLESIA
«He visto personas de la secta secreta minar sin descanso a la
gran Iglesia... (AA.III.113)»
«... y he visto cerca de ellos una horrible bestia que
había
surgido del mar. Tenía una cola como la de un pez, garras como
las
de un león, y varias cabezas que rodeaban como una corona una
cabeza
más grande. Sus boca era ancha y roja. Estaba manchada como un
tigre
y se mostraba muy familiar con los demoledores. Se acostaba a menudo en
medio
de ellos durante su trabajo: a menudo también, ellos iban a
encontrarla
en la caverna donde se escondía a veces.»
«Durante ese tiempo, vi por un lado y por otro, en el mundo
entero,
muchas personas buenas y piadosas, sobretodo eclesiásticos,
vejados,
prisioneros y oprimidos, y tuve el sentimiento de que ellos
llegarían
a ser mártires un día» (AA.III.113)
«Como la Iglesia estaba ya en gran parte demolida, no quedando en
pié
mas que el coro con el altar, vi a estos demoledores penetrar en la
iglesia
con la bestia»
« (Los demoledores encontraron en el templo)... una mujer llena
de
majestad. Me parecía que ella estaba embarazada, ya que caminaba
lentamente:
los enemigos fueron presa del pánico al verla y la bestia no
pudo
ya dar ni un paso adelante. La bestia alargaba el cuello hacia la mujer
con
el aspecto más furioso, como si quisiera devorarla. Pero la
mujer
se volvió y se posternó con el rostro contra la tierra.
Vi
entonces a la bestia huir de nuevo hacia el mar y los enemigos correr
en
el mayor desorden) (AA.III.113)
«Vi la iglesia de San Pedro y una enorme cantidad de hombres que
trabajaban
en invertirla, pero vi ahí también a otros que
hacían
reparaciones. Cadenas de trabajo ocupadas de este doble trabajo se
extendían
a través de todo el mundo y me quedé asombrada de la
coordinación
con la que todo ello se hacía. Los demoledores extraían
grandes
fragmentos; eran particularmente sectarios en gran número y con
ellos
los apóstatas. Estas personas, haciendo su trabajo de
destrucción,
parecían seguir ciertas prescripciones y una cierta regla:
llevaban
delantales blancos rodeados de una cinta azul y proveídos de
bolsillos,
con paletas de albañil en la cintura. Ellos tenían
además
vestidos de todo tipo: había entre ellos hombre distinguidos,
altos
y gruesos, con uniformes y cruces, los cuales sin embargo no trabajaban
directamente
en la labor, sino que marcaban en los muros con la paleta los lugares
donde
había que demoler. Vi con horror que había también
entre
ellos sacerdotes católicos» (AA.II.202)
«Ya toda la parte anterior de la Iglesia estaba destruida: no
quedaba
en pié más que el santuario con el Santísimo
Sacramento»
(AA.II.203)
«He visto la Iglesia de San Pedro: estaba demolida con
excepción
del coro y del altar mayor (10 septiembre 1820). (AA.III.118)
«Vi también como, al final, María extendió
su
manto por encima de la Iglesia y como los enemigos de Dios fueron
ahuyentados»
(AA.II.414)
«Mayo de 1823. Tuve de nuevo la visión de la secta secreta
socavando
por todas partes la iglesia de San Pedro. Ellos trabajaban con
instrumentos
de toda especie y corrían por aquí y por allá,
llevado
piedras que habían arrancado. Fueron obligados a dejar el altar,
no
pudieron quitarlo. Vi profanar y quitar una imagen de María.
(AA.III.556)
«Yo me lamentaba al Papa y le preguntaba como él
podía
tolerar que hubiera tantos sacerdotes entre los demoledores. (...) Vi
en
esta ocasión porque la Iglesia ha sido fundada en Roma; es
porque
ahí está el centro del mundo y que todos los pueblos si
vinculan
con ella por diferentes relaciones. Vi también que Roma
permanecerá
en pié como una isla, como una roca en medio del mar, cuando
todo,
alrededor de ella, caerá en ruinas.»
«Cuando vi a los demoledores, me quedé maravillada de su
gran
habilidad. Tenían todo tipo de máquinas: todo se
hacía
siguiendo un plan: nada se producía por si mismo. Ellos no
hacían
ruido; ponían atención a todo; recurrían a
artimañas
de todo tipo, y las piedras parecían a menudo desaparecer de sus
manos.
Algunos de entre ellos reconstruían: destruían lo que era
santo
y grande y lo que edificaban no era más que vacío, hueco,
superfluo.
Llevaban las piedras del altar y hacían con ellas una escalinata
en
la entrada. (AA.III.556)
EL OSCURECIMIENTO DE LA IGLESIA
«Vi la Iglesia terrestre, es decir la sociedad de los fieles
sobre
la tierra, el ejercito de Cristo en su estado de paso sobre la tierra,
completamente
oscurecida y desolada» (AA.II.352)
«¡Vosotros sacerdotes, que no os movéis!
¡Estáis
dormidos y el redil arde por todos lados! ¡No hacéis nada!
¡Como
llorareis por eso un día! ¡Si tan solo hubierais dicho un
Pater!
(...) ¡Veo tantos traidores! No soportan que se diga :
«esto
va mal». Todo está bien a sus ojos con tal de que puedan
glorificarse
con el mundo! (AA.III.184)
«Vi las carencias y la decadencia del sacerdocio, así como
sus
causas. Vi los castigos que se preparan» (AA.II.334)
«¡Los servidores de la Iglesia son tan laxos! Ya no hacen
uso
de la fuerza que poseen en el sacerdocio»(AA.II.245)
«¡Si algún día las almas reclaman lo que el
clero
les debe al ocasionarles tantas perdidas por su incuria y su
indiferencia,
sería algo terrible!» (AA.II.342)
«Ellos tendrán que dar cuenta de todo el amor, todas las
consolaciones,
todas las exortaciones, todas las instrucciones referentes a los
deberes
de la religión, que ellos no nos dan; de todas las bendiciones
que
no distribuyen, a pesar de que la fuerza de la mano de Jesús
esté
sobre ellos, por todo lo que omiten de hacer a semejanza de
Jesús
(AA.II.358)
«... (por) las caricias hechas al espíritu de la
época
por parte de los servidores de la Iglesia» (AA.II.377)
«Vi reliquias dejadas a la aventura y otras cosas del mismo
género»(AA.II.347)
«... para una infinidad de personas que tenían buena
voluntad,
el acceso a las fuentes de la gracia del corazón de Jesús
se
encontraba impedido y cerrado por la supresión de los ejercicios
de
devoción, por el cierre y la profanación de las
iglesias»
(AA.III.167)
«Tuve una visión concerniente a las faltas de incontables
pastores
y la omisión de todos sus deberes hacia su rebaño»
(AA.II.347)
«Vi muchos buenos y piadosos obispos, pero estaban mudos y
débiles
y el mal partido tomaba a menudo la fuerza» (AA.II.414)
«Todo esto me hizo conocer que la recitación de la
genealogía
de Nuestro Señor ante el Santísimo Sacramento, en la
fiesta
del Corpus Christi encierra un grande y profundo misterio; he conocido
por
ello que lo mismo, que entre los ancestros de Jesucristo, según
la
carne, muchos no fueron santos y fueron incluso pecadores si dejar de
ser
grados de la escala de Jacob, por los cuales Dios descendió
hasta
la humanidad, por lo mismo también los obispos indignos
permanecen
capaces de consagrar el Santísimo Sacramento y de conferir el
sacerdocio
con todos los poderes que le están ligados» (CC.175)
«Vi en una ciudad, una reunión de eclesiásticos, de
laicos
y de mujeres, los cuales estaban sentados juntos, comiendo y haciendo
bromas
frívolas, y por encima de ellos una nube oscura que desembocaba
en
una planicie sumergida en las tinieblas. En medio de esta niebla, vi a
Satán
sentado bajo una forma horrible y, alrededor de él, tantos
acompañantes
como personas había en la reunión que ocurría
debajo.
Todos estos malos espíritus estaban continuamente en movimiento
y
ocupados en empujar al mal a esta reunión de personas. Ellos les
hablaban
a la oreja y actuaban sobre ellos de todas las maneras posibles. Estas
personas
estaban en un estado de excitación sensual muy peligroso y
ocupados
en conversaciones ociosas y provocantes. Los eclesiásticos eran
de
esos que tienen como principio: «Hay que vivir y dejar vivir. En
nuestra
época no hay que estar aparte ni ser un misántropo: hay
que
alegrarse con los que se alegran». (AA.II.488)
«Como él (Satán) hablaba de su derecho y como
quiera
que ese lenguaje me sorprendía mucho, fui instruida que
él
realmente adquiría un derecho positivo cuando una persona
bautizada
que había recibido por Jesucristo el poder de vencerle se
libraba
por el contrario a él por el pecado libremente y
voluntariamente».
(AA.II.489)
«Veo una cantidad de eclesiásticos castigados de
excomunión,
que no parecen inquietarse ni incluso saberlo. Y sin embargo son
excomulgados
cuando toman parte en esas empresas, cuando entran en asociaciones y se
adhieren
a opiniones sobre las que pesa el anatema. Veo estos hombres rodeados
de
una nube como de un muro de separación. Se ve por esto cuanto
Dios
tiene en cuenta de los decretos, de las ordenes y de las defensas del
jefe
de la Iglesia y los mantiene en vigor cuando incluso los hombres no se
inquietan
de ello, reniegan de eso o se ríen. (AA.III.148)
«Se me mostró como los paganos de antaño adoraban
humildemente
a otros dioses diferentes de ellos mismos (...) El culto (de esos
paganos)
valía menos que el culto de aquellos que se adoraban a si mismos
en
mil ídolos y no dejaban ningún lugar al Señor
entre
estos ídolos». (AA.III.102)
«Vi cuan funestas serían las consecuencias de esta
falsificación
de la Iglesia. Yo la vi crecer, vi a los heréticos de todas las
condiciones
venir e la ciudad (Roma)»
«Vi acrecentarse la tibieza del clero local, vi hacerse una gran
oscuridad»
«Entonces la visión se agrandó por todos los lados.
Vi
por todo comunidades católicas oprimidas, vejadas, encarceladas
y
privadas de libertad. Vi muchas iglesias cerradas. Vi grandes miserias
producirse
por todas partes. Vi guerras y sangre vertida. Vi el pueblo salvaje e
ignorante,
intervenir con violencia.» (AA.III.103)
«... eso no durará mucho tiempo...»
«De nuevo vi la visión en la que la iglesia de San Pedro
era
minada, siguiendo un plan hecho por la secta secreta, al mismo tiempo
que
era deteriorada por las tormentas» (AA.III.103)
«Vi la ayuda llegar en el momento de mayor angustia»
(AA.III.104)
LA IGLESIA DE LOS
APÓSTATAS
«Vi la iglesia de los apóstatas crecer grandemente. Vi las
tinieblas
que partían de ella, repartirse alrededor y vi muchas personas
abandonar
a la Iglesia legítima y dirigirse hacia la otra diciendo:
«Ahí
todo es mas bonito, más natural y más ordenado»
(AA.II.414)
«Vi cosas deplorables: se jugaba, se bebía, se parloteaba,
se
seducía a las mujeres en la iglesia, en una palabra se
cometían
allí todo tipo de abominaciones» (AA.III.120)
«Los sacerdotes dejaban que se hiciera cualquier cosa y
decían
la misa con mucha irreverencia. Vi pocos que tuvieran todavía
piedad
y juzgasen sanamente las cosas. Todo eso me afligió mucho.
Entonces
mi Esposo celeste me cogió por medio del cuerpo, como él
mismo
había sido atado a la columna y me dijo: «Es así
como
la Iglesia será todavía encadenada, es así como
será
estrechamente atada antes de que pueda revelarse» (AA.III.120)
«El (mi esposo celeste) me mostró también en
cuadros
innumerables la deplorable conducta de los cristianos y de los
eclesiásticos,
en las esferas cada vez más vastas extendiéndose a
través
del mundo entero estando mi país incluido. Era un cuadro inmenso
e
indeciblemente triste que es imposible describir. Me fue así
mostrado
que no hay casi ya más cristianos en el antiguo significado de
la
palabra. Esta visión me llenó de tristeza. (AA.III.125)
«Vi en el futuro la religión caída muy bajo y
conservándose
únicamente en algunos lugares, en algunos hogares y en algunas
familias
que Dios ha protegido también de los desastres de la
guerra»
(AA.III.557)
« (12 de septiembre de 1820). Vi construir una iglesia
extraña
y al revés de todas las reglas. El coro estaba dividido en tres
partes,
de las que cada una era unos grados más alta que la otra. Por
debajo
había una sombría bodega llena de humo. (AA.III.104)
« ... en la primera parte vi arrastrar un trono ... en la segunda
un
barreño lleno de agua. El agua sola parecía tener algo de
santificado...
en la más elevada una mesa ...»
« No vi ningún ángel asistir a la
construcción:
pero diversos espíritus planetarios (que se encargan de
engañar
a los hombres) de los más violentos arrastraban todo tipo de
objetos
al sótano, donde personajes en pequeños mantos eclesiales
los
tomaban para llevarlos con ellos. Nada venía de lo alto en esta
iglesia:
todo venía de la tierra (...) y de la región tenebrosa
(...)
todo en esa iglesia, era oscuro, a contra sentido y sin vida: no
había
mas que burla y ruina»
«Vi cerca otra iglesia donde reinaba la claridad y que estaba
provista
de toda especie de gracias de lo alto. Vi a los ángeles subir y
descender,
vi vida y crecimiento... (y también) tibieza y
disipación»
«Sin embargo, la Iglesia tradicional (todo lo imperfecta u
oscurecida
que esté para no saber la luz que le espera) era como un
árbol
lleno de sabia en comparación de la otra que parecía un
baúl
lleno de objetos inanimados. Esta era como un pájaro que planea,
esta
como un dragón de papel, con una cola cargada de cintas y de
letreros,
que se arrastra en un rastrojo en vez de volar. Vi que muchos de los
instrumentos
que estaban en la nueva iglesia, como por ejemplo las flechas y dardos,
no
estaban reunidos más que para ser empleados contra la iglesia
viva»
(AA.III.104)
«Ellos amasaban pan en la bodega de abajo; pero de ello no
resultaba nada y se trabajaba en balde» (AA.III.105)
«Vi también a los hombres con pequeños mantos
llevar
madera ante las graderías donde se encontraba la sede del
predicador,
encender fuego, soplar con todas sus fuerzas y producirse un dolor
extremo,
pero todo esto no producía más que un humo y un vapor
abominables»
(AA.III.105)
«Entonces hicieron un agujero en lo alto con una vara, pero el
humo
no quería subir y todo permanecía sumergido en una
oscuridad
asfixiante.
«Todo permanecía en la tierra e iba a la tierra, y todo
estaba
muerto, artificial y hecho por la mano del hombre: es propiamente una
iglesia
de fábrica humana siguiendo la última moda, tan bien como
la
nueva iglesia heterodoxa de Roma, que es de la misma especie»
(AA.III105)
«Me encontraba en una gran sala. A los dos lados había
delante
de los pupitres, jóvenes en hábito largo que
parecían
ser seminaristas. En medio un hombre grueso iba y venía. De
repente
en el lugar de los hombres, ya no vi más que caballos, a los dos
lados,
y en medio un gran buey rumiando que iba y venía, mientras que
detrás
de él los caballos mostraban los dientes y hacían todo
tipo
de muecas. Esperaba que el buey les mostraría los cuernos y que
les
obligaría a estar tranquilos, pero la única cosa que
hizo,
fue, llegando a un lado de la sala, golpear la pared con sus cuernos.
Ya
había un agujero y yo me decía que todo iba a derrumbarse
sobre
ellos» (AA.III.176)
LA FALSA IGLESIA
«12 de noviembre de 1820. – Viajaba a través de una
comarca
sombría y fría y llegue a la gran ciudad (Roma). Vi
allí
de nuevo la gran y singular iglesia que se estaba construyendo; no
había
nada de santo en ella; vi aquello de la misma manera que veo una obra
católica,
eclesiástica, en la cual trabajan en común los
ángeles,
los santos y los cristianos; pero aquí la colaboración se
hacía
de otras maneras más mecánicas. (AA. III. 105)
Vi arriba dibujar líneas y trazar figuras, y vi como, en
seguida,
en la tierra, un hombre había levantado un plano, un dibujo. Vi
la
acción de los orgullosos espíritus planetarios en sus
relaciones
con esta construcción hacerse sentir hasta en las regiones
más
alejadas. Vi llegar hasta distancias inmensas el impulso dado para la
preparación
de todo lo que podía ser necesario y útil para la
construcción
y para la existencia de esta iglesia; vi allí concurrir a todo
tipo
de personas y de cosas, de doctrinas y de opiniones. Había en
todo
esto, algo de orgulloso, de presuntuoso, de violento y todo
parecía
tener éxito y me era mostrado en una multitud de escenas.
Vi subir y bajar a los espíritus planetarios, los vi enviar
rayos
sobre las personas que construían el edificio. Todo se
hacía
según la razón humana. (AA.III.105)
No vi ni un solo ángel, ni un solo santo cooperar en esta obra.
Pero
vi mucho más lejos, en el fondo, el trono de un pueblo salvaje
armado
de espadas, y una figura que reía y que decía:
«Constrúyela
todo lo sólida que quieras, nosotros la derrumbaremos»
(AA.III.105)
(Vi) que se mina y se asfixia la religión tan hábilmente
que
no queda a penas más que un pequeño número de
sacerdotes
que no estén seducidos. No puedo decir como se ha hecho esto,
pero
veo la niebla y las tinieblas extenderse cada vez más. Sin
embargo
hay tres iglesias en las que no pueden pertrecharse: son las de San
Pedro,
la de Santa María Mayor y la de San Miguel. Ellos trabajan
continuamente
para demolerlas pero no lo consiguen. Todos trabajan para la
demolición,
incluso los eclesiásticos. Una gran devastación
está
próxima. (AA.III.122)
Vi muchas abominaciones con gran detalle; reconocí a Roma y vi a
la
Iglesia oprimida y su decadencia en el interior y en el exterior.
(AA.III.159)
Vi sobre una verde pradera muchas personas, entre los cuales
había sabios, reunirse aparte... (AA.III.156)
... y apareció una nueva iglesia en la cual ellos estaban
reunidos.
Esta iglesia era redonda con una cúpula gris y tantas personas
afluían
que yo no comprendía como ese edificio podía contenerlas
a
todas. Era como un pueblo entero.
Sin embargo esta nueva iglesia se volvía cada vez más
sombría
y negra (al comienzo solo era gris) y todo lo que se hacía en
ella
era como un vapor negro. Estas tinieblas se extendieron fuera y todo el
verdor
se marchitó; varias parroquias de los alrededores fueron
invadidas
por la oscuridad y la sequedad, y el prado, a una gran distancia, se
volvió
como una sombría ciénaga.
Vi entonces varios grupos de gentes bien intencionadas corres hacia un
lado
de la pradera donde había todavía verdor y luz.
No puedo encontrar palabras para describir la acción terrible,
siniestra,
mortífera, de esta iglesia. Todo verdor se marchitaba, los
árboles
morían, los jardines perdían su aderezo. Vi, como se
puede
ver en una visión, las tinieblas producir su efecto a una gran
distancia;
por todo donde ellas llegaban, se extendía como una cuerda
negra.
No se lo que pasó con todas las personas que estaban dentro de
esa
iglesia. Era como si devorara a los hombres: se volvía cada vez
más
negra, semejaba totalmente al carbón de forja y se descamaba de
manera
horrible.
Tras esto (tras la horrible visión de la iglesia negra) fui,
guiada
por tres ángeles, a un lugar verdeante rodeado de muros, grande
aproximadamente
como el cementerio que está aquí ante la puerta;
Fui colocada allí como en una banqueta elevada. No sabía
si
estaba viva o muerta, pero tenía un gran vestido blanco.
(AA.III.157)
El mayor de los tres me dijo: «¡Alabado sea Dios!
Aquí
todavía queda luz y verdor» entonces cayó del
cielo,
entre la iglesia negra y yo, como una lluvia de perlas brillantes y de
piedras
preciosas deslumbrantes...
Y uno de mis compañeros (uno de los tres ángeles) me
ordeno recibirlas.
Después se fueron. No se si partieron todos; me acuerdo
solamente
que, en la gran ansiedad que me causaba la iglesia negra, no tuve el
coraje
de recibir las piedras preciosas. Pero cuando el Ángel
volvió
a mi, me preguntó si las había recogido y le
respondí
que no; entonces me ordeno hacerlo en seguida.
Entonces me incliné hacia delante y encontré
todavía
tres pequeñas piedras con las caras talladas como cristales.
Estaban
situadas por orden: la primera era azul, la segunda de un rojo claro,
la
tercera de un blanco brillante y transparente. Yo las llevaba a mis dos
otros
acompañantes que eran más pequeños que el primero,
y,
siempre marchando de aquí para allá, ellos las frotaban
unas
contra otras e hicieron surgir de ellas los más bellos colores y
los
más bellos rayos de luz que se extendieron por todo.
Allí a donde llegaban, el verdor renacía, la luz y la
vida
se propagaban. Vi también a un lado a la iglesia tenebrosa que
se
degradaba.
Después, de golpe, una gran multitud se extendió por el
prado
verdeante e iluminado, dirigiéndose hacia una villa luminosa.
Por el otro lado de la iglesia negra todo permanecía
todavía en una noche sombría. (AA.III.156)
Quieren ellos ser un solo cuerpo en algo diferente que el Señor.
Se formó un cuerpo, una comunidad fuera del cuerpo de
Jesús
que es la Iglesia: una falsa Iglesia sin Redentor, en la que el
misterio
es no tener misterio. (AA.II.89)
Es cuando la ciencia se ha separado de la fe cuando nade esta Iglesia
sin
Salvador, las pretendidas buenas obras sin la fe, la comunión de
los
incrédulos teniendo la apariencia de virtud, en una palabra la
anti-Iglesia
cuyo centro está ocupado por la malicia, el error, la mentira,
la
hipocresía, la laxitud, los artificios de todos los demonios de
la
época. (AA.II.89)
LA COMUNIÓN DE LOS
PROFANOS
Todo es (en esta «falsa iglesia») fundamentalmente malo; es
la comunión de los profanos.
No se decir hasta donde todo lo que ellos hacen es abominable,
pernicioso y vano. (AA.II.89)
¡Quieren ser uno solo cuerpo en algo diferente que el
Señor! (AA.II.89)
Tuve una visión en la que vi a los otros en la falsa iglesia,
edificio
cuadrado, sin campanario, negro y sucio, con una cúpula elevada.
Ellos
estaban en gran intimidad con el espíritu que reinaba
ahí.
Esta iglesia está llena de inmundicias, de vanidades, de necedad
y
de oscuridad. Casi nadie de ellos conocía las tinieblas en medio
de
las cuales trabajaba. Todo es puro en apariencia: pero no es más
que
vacío. (AA.II.88)
(La falsa iglesia) está llena de orgullo y de presunción,
y
con eso destruye y conduce al mal con toda clase de buenas apariencias.
Su
peligro está en su inocencia aparente (AA.II.89)
Ellos hacen y quieren cosas diferentes: en ciertos lugares su
acción
es inofensiva: además trabajan para corromper a un
pequeño
número de sabios, y así todos juntos desembocan en un
centro,
en una cosa mala por su origen, en un trabajo y en una acción
fuera
de Jesucristo por el cual únicamente toda vida es santificada y
fuera
del cual todo pensamiento y toda acción permanecen como el
imperio
de la muerte y del demonio. (AA.II.89)
Me encontraba en un navío agujereado y estaba tumbada en el
fondo,
en el único lugar que estaba intacto: las personas estaban
sentadas
en los dos bordes del navío. Yo oraba continuamente para que no
fueran
precipitados a las olas: sin embargo ellos me maltrataban y me daban
patadas.
Veía a cada instante el navío a punto de hundirse y
estaba
muerta de miedo. (AAA.III.147)
Finalmente ellos fueron obligados a conducirme a tierra donde mis
amigos me esperaban para llevarme a otro lugar.
Yo rezaba siempre para que estos desdichados desembarcasen
también...
... pero a penas estaba sobre la orilla que el navío se
hundió
y ninguno de los que allí estaban pudo salvarse, lo cual me
llenó
de tristeza. En el lugar donde fui había una gran abundancia de
frutos.
(AA.III.147)
Cuando miraba debajo de mi, vi muy distintamente, a través de un
velo
de color sombrío, los errores, extravíos y los pecados
innumerables
de los hombres, y con que necedad y que maldad ellos actuaban contra
toda
verdad y toda razón. Vi escenas de toda especie: volví a
ver
el navío en peligro, llevando a estos hombres convencidos de su
inmenso
mérito y admirados también por muchos otros, pasar cerca
de
mí sobre un mar peligroso y yo esperaba que en cualquier momento
perecerían.
Vi entre ellos a sacerdotes y sufrí profundamente para ayudarles
a
volver al arrepentimiento. (AA.III.149)
¡Vi tantos traidores! Ellos no soportan que se les diga:
«esto
va mal». Todo está bien ante sus ojos con tal de que
puedan
glorificarse con el mundo. (AA.III.184)
EL PAPA TRAICIONADO
Vi al Papa en oración; estaba rodeado de falsos amigos que a
menudo
hacían lo contrario de lo que decía. (AA.II.203)
Vi al santo Padre en una gran tribulación y una gran angustia
que
afectaba a la Iglesia. Le vi muy rodeado de traiciones. (AA.II.414)
¡Ellos quieren quitar al pastor el prado que le es propio!
¡Quieren
imponer otro que deja todo en manos de los enemigos! Entonces, tomada
por
la cólera, ella elevaba el puño cerrado diciendo:
¡Alemanes
Bribones! ¡Escuchad! ¡no lo conseguiréis! ¡El
pastor
está en una rocalla! ¡Ustedes, sacerdotes, no se mueven!
¡Dormís
y la granja arde por todos los lados! ¡no hacéis nada!
¡como
lloraréis por eso un día! (AA.III.184)
Vi que, en ciertos casos de extrema desdicha, el Papa tiene
visiones y apariciones (AA.II.414)
EL FALSO ECUMENISMO
Vi, bajo una imagen de varios jardines formando un círculo
alrededor
mío, la relaciones del Papa con los obispos. Vi al Papa mismo
sobre
su trono, colocado como en un jardín. Vi en diversos jardines,
los
derechos y los poderes de estos obispos, bajo forma de plantas, flores
y
frutos, y vi relaciones, corrientes, influencias, como hilos o rayos
yendo
de la sede de Roma a los jardines. Vi sobre la tierra, en estos
jardines,
la autoridad espiritual del momento: vi en el aire, encima de ellos, la
cercanía
de nuevos obispos. Así, por ejemplo, vi en el aire (en el
futuro),
encima del jardín donde se encontraba el severo superior (el
obispo
de entonces, severo porque era firme en la fe), un nuevo obispo
mitrado,
la mitra y todo lo demás. Vi alrededor de él protestantes
que
querían hacerle descender en el jardín, pero no con las
condiciones
que el Papa había exigido. (AA.III.128)
Ellos buscaban infiltrarse por toda clase de medios: desordenaban
ciertas
partes del jardín donde plantaban malas semillas. Les vi tanto
en
un lugar, tanto en otro, cultivar, o dejar en baldío, demoler y
no
quitar los escombros, etc. todo estaba lleno de trampas y de ruinas.
Les
vi interceptar y desviar las vías que iban al Papa. (AAA.III.128)
Vi a continuación que cuando ellos introducían el obispo
de
la manera que se habían propuesto, él era intruso,
introducido
contra la voluntad del Papa y que no poseía legítimamente
la
autoridad espiritual. (AA.III.128)
Vi, por lo que creo, casi todos los obispos del mundo, pero un
pequeño
número solamente perfectamente sano. (AA.III.136)
Vi todo lo que respecta al protestantismo tomar cada vez más
poder,
y la religión caer en decadencia completa. (AA.III.137)
Había en Roma, incluso entre los prelados, muchas personas de
sentimientos
poco católicos que trabajaban para el éxito de este
asunto
(la fusión de las iglesias).
Vi también en Alemania a eclesiásticos mundanos y
protestantes
iluminados manifestar deseos y formar un plan para la fusión de
las
confesiones religiosas y para la supresión de la autoridad
papal.
(AA.III.179)
¡... y este plan tenía, en Roma misma, a sus promotores
entre los prelados! (AA.III.179)
Ellos construían una gran iglesia, extraña y
extravagante;
todo el mundo tenía que entrar en ella para unirse y poseer
allí
los mismos derechos; evangélicos, católicos, sectas de
todo
tipo: lo que debía ser una verdadera comunión de los
profanos
donde no habría más que un pastor y un rebaño.
Tenía
que haber también un Papa pero que no poseyera nada y fuera
asalariado.
Todo estaba preparado de antemano y muchas cosas estaban ya hechas:
pero
en el lugar del altar, no había más que desolación
y
abominación. (AA.III.188)
PROFANACIÓN DE LA
EUCARISTÍA
Vi muy a menudo a Jesús mismo cruelmente inmolado sobre el altar
por
la celebración indigna y criminal de los santos misterios. Vi
ante
los sacerdotes sacrílegos la santa Hostia reposar sobre un altar
como
un Niño Jesús vivo que ellos cortaban en trozos con la
patena
y que martirizaban horriblemente. Su misa, aunque realizando realmente
el
santo sacrificio, me parecía como un horrible asesinato. (CC.89)
... la devoción al Santísimo Sacramento caería
completamente
en decadencia y el sacramento mismo en el olvido. Ella decía
esto
aplicándolo particularmente a esa parte de la Iglesia en la que
vio
todas las cosas desecarse y morir ante el progreso de las luces y bajo
el
régimen de la libertad, de la caridad y de la tolerancia.
(AA.III.164)
Veo los enemigos del Santísimo Sacramento que cierran las
Iglesias
e impiden que se le adore, acercarse a un terrible castigo. Yo los veo
enfermos
y en el lecho de muerte sin sacerdote y sin sacramento (AA.III.167)
La fiesta del Santísimo Sacramento se había vuelto una
necesidad
porque en esa época (la de su institución) la
adoración
que le era debida estaba muy descuidada y la Iglesia debía
proclamar
su fe por una adoración pública. No hay fiesta y
devoción
establecidas por la Iglesia, artículo de fe promulgado por ella
que
no sean indispensables, necesarios y exigidos para el mantenimiento de
la
verdadera doctrina en una época dada. (AA.II.286)
LA BENDICIÓN DESCUIDADA
Es muy triste que los sacerdotes, en nuestro tiempo, (el de Ana
Catalina)
sean tan indiferentes en lo que toca al poder de bendecir. Se
diría
a menudo que ya no saben lo que es la bendición sacerdotal;
muchos
a penas creen en ella y se avergüenzan de la bendición como
de
una ceremonia anticuada y supersticiosa.
Muchos, finalmente, no reflexionan nada en esa virtud y en esa gracia
que
se les ha dado por Jesucristo y tratan la cosa muy ligeramente. Como
el
Señor ha instituido el sacerdocio y le ha transmitido el poder
de
bendecir, me es necesario languidecer y consumirme en el deseo de
recibir
la bendición. Todo en la Iglesia no hace más que un solo
cuerpo:
el rechazo de una parte hace que la otra quede afectada. (AA.I.523)
EL CELIBATO DE LOS
SACERDOTES
Desde el domingo de Quasimodo hasta el tercer domingo tras la Pascua
(1820),
sus sufrimientos expiatorios aumentaron hasta tal punto que su entorno,
a
pesar de estar acostumbrado desde hacía tiempo a parecidos
espectáculos,
podía a penas soportarlo. Ana Catalina sufría a causa de
los
ataques dirigidos por los adherentes de Wessemberg contra el celibato
de
los sacerdotes y de los numerosos escándalos ligados a esos
desgraciados
manejos. (AA.III.167)
He sido conducida hacia un rebaño, en una de las extremidades
del
campo de la casa de bodas. Entre los corderos que lo componían,
había
muchos malos carneros que deterioraban el rebaño
golpeándolo
con sus cuernos. (AA.III.174)
Se me ordenó poner a parte a los carneros malos. Esto era muy
desagradable
y muy penoso para mi, ya que yo no podía distinguirlos bien de
los
otros.
LENGUA PROFANA Y LENGUA SAGRADA
No puedo hacer uso de las oraciones de la Iglesia traducidas al
alemán.
Ellas son para mi demasiado insípidas y demasiado repelentes. En
la
oración no estoy ligada a ninguna lengua y, en el transcurso de
mi
vida, las oraciones latinas de la Iglesia me han parecido siempre mucho
más
profundas y más inteligibles. En el convento, me regocijaba
siempre
de antemano cuando debíamos cantar los himnos y responsos en
latín.
La fiesta era todavía más viva para mí y
veía
todo lo que cantaba. Sobre todo cuando catábamos en latín
las
letanías de la Santa Virgen, veía sucesivamente en una
maravillosa
visión todas las figuras simbólicas de María. Era
como
si mis palabras hubieran hecho aparecer esas imágenes, y al
comienzo
estaba muy asustada de ello; pero pronto eso fue para mi una gracia y
un
fervor que estimulaban mucho mi devoción. He visto así
las
escenas más admirables. (AA.I.258)
LA ANARQUÍA EN LA IGLESIA
No hay más que una Iglesia, la Iglesia católica romana. Y
cuando
no quedare sobre la tierra más que un católico, este
constituiría
la Iglesia una, universal, es decir católica, la Iglesia de
Jesucristo,
contra la cual las puertas del infierno no prevalecerán.
El conocimiento de la grandeza y de la magnificencia de esta Iglesia,
en
la cual los sacramentos son conservados con toda su virtud y su
santidad
inviolable, es desgraciadamente una cosa rara en nuestros días,
incluso
entre los sacerdotes. Y es porque tantos sacerdotes no saben ya
más
lo que ellos son y no comprenden más el sentido de esta palabra,
«pertenecer
a la Iglesia».
Es algo muy grande, pero también algo imposible sin la verdadera
luz,
sin la simplicidad y la pureza, el vivir según la fe de esta
santa
Iglesia. (AA.I.528)
Veo en todos ellos, incluso en los mejores de entre ellos, un orgullo
espantoso,
pero en ninguno veo humildad, simplicidad, obediencia. Son
terriblemente
vanos de la separación en la que viven. Hablan a veces de fe, de
luz,
de cristianismo vivo; pero menosprecian y ultrajan la santa Iglesia en
la
cual únicamente hay que buscar la luz y la vida. (AA.I.535)
Se sitúan por encima de todo poder y de toda jerarquía
eclesiástica
y no conocen ni la sumisión ni el respeto hacia la autoridad
espiritual.
En su presunción, pretenden comprenderlo todo mejor que los
jefes
de la Iglesia e incluso que los santos doctores. Rechazan las buenas
obras
y quieren sin embargo poseer toda perfección, ellos que, con su
pretendida
luz, no juzgan necesarias la obediencia, ni las reglas de disciplina,
ni
mortificaciones, ni penitencia. Yo los veo siempre alejarse cada vez
más
de la Iglesia, y veo un mal porvenir para ellos. (AA.I.536)
Ninguna desviación lleva a consecuencias tan desastrosas y es
tan
difícil de curar como este orgullo del espíritu por
consecuencia
del cual el hombre pecador pretende llegar a la suprema unión
con
Dios sin pasar por el camino laborioso de la penitencia, sin practicar
incluso
las primeras y las más necesarias de las virtudes cristianas y
sin
otra guía que el sentimiento íntimo y la luz que da al
alma
la certeza infalible que Cristo opera en ella. (AA.I.536)
Estos «iluminados», los veo siempre en una cierta
relación
con la venida del Anticristo, ya que ellos también, por sus
manejos,
cooperan en el cumplimiento del misterio de iniquidad. (AA.I.536)
¡JESÚS! ¡JESÚS!
¡JESÚS!
¡Cristo para nosotros! ¡Cristo en nosotros! (AA.I.536)
Ellos habían rechazado todo juicio de la autoridad
legítima
de la Iglesia, que únicamente ella ha recibido su poder de Dios,
que
únicamente
ella tiene misión para poder decidir sobre la verdad o falsedad
de
estos tipos de manifestaciones interiores; ellos se habían
puesto
por encima de las reglas de la fe y de los mandamientos divinos y
habían
por ello quitado toda barrera que hubiera podido preservar a estos
infortunados
de este mal cuya influencia desastrosa hacían crecer como una
simiente
de maldición por todo lugar por donde pasaban. (AA.I.537)
Jesús les habló de diferentes sectas religiosas que
existían
entonces, y que Él las describió como sepulcros
blanqueados
y llenos de la corrupción más espantosa. (BB.II.180)
El tiempo del Anticristo no está tan próximo como algunos
creen.
Habrá todavía algunos precursores. He visto en dos
ciudades
doctores, de cuya escuela podrían salir estos precursores.
(AA.II.441)
... ella vio el cese del sacrificio en la época del Anticristo
(AA.II.492)
27 de junio de 1822 – He tenido un penoso trabajo que hacer en una
iglesia
en la que se había, por temor a una profanación, cerrado
y
tapiado el Santísimo Sacramento en un pilar y donde se
decía
la misa en secreto en una bodega debajo de la sacristía. No
puedo
decir donde ocurría esto: la iglesia era muy vieja y
tenía
yo un terror mortal de que el sacramento estuviera expuesto a
algún
peligro. Entonces mi conductor me exhortó de nuevo a orar y a
pedir
con todo mi conocimiento oraciones para la conversión de los
pecadores
y sobre todo para que los sacerdotes tengan una fe firme: ya que los
tiempos
muy difíciles se acercan: los no católicos quieren por
todos
los medios posibles disputar y quitar a la Iglesia todo lo que es de su
dominio.
La confusión será cada vez mayor. (AA.II.475)
EL HEDONISMO Y LA CRUZ
... se guardaba silencio sobre la cruz, sobre el sacrificio y la
satisfacción,
sobre el mérito y el pecado, donde los hechos, los milagros y
los
misterios de la historia de nuestra redención debían
dejar
paso a «profundas teorías de la revelación»,
donde
el hombre-Dios, para ser soportado, sólo debía ser
presentado
como
«el amigo de los hombres, de los niños, de los
pescadores»,
donde su vida no tenía valor más que como
«enseñanza»,
su Pasión como «ejemplo de virtud», su muerte como
«caridad»
sin objeto; donde se le quitaba al pueblo creyente el antiguo catecismo
que
se reemplazaba por «historias bíblicas» donde la
falta
total de doctrina debía de ser velada bajo «un lenguaje
ingenuo
al alcanza de todas las inteligencias»; donde los fieles estaban
forzados
a «cambiar todos sus libros de piedad», sus viejas formulas
de
plegaria y sus antiguos cánticos por producciones de
fábrica
moderna
«tan malas y tan impías» como aquellas por las que
se
intentaba reemplazar el misal, el breviario y el ritual. (AA.II.415)
No es solamente para los incrédulos y los enemigos de Dios que
combatían
a la santa Iglesia con todas las armas de la violencia y de la astucia,
que
la cruz era una locura y un escándalo, sino que, al margen de
los
hombres que no querían renegar de la fe en Jesucristo, uno se
asustaba
del número de aquellos que comprendían todavía el
testimonio
del príncipe de los Apóstoles: «Sabed que no
habéis
sido buscados por el oro y la plata, cosas perecederas, sino por la
sangre
preciosa de Cristo, como por la de un cordero sin mancha.»
LA
GRAN TRIBULACIÓN
LA ESCISIÓN DE LA IGLESIA
12 de abril de 1820 - Tuve todavía una visión sobre la
gran
tribulación, bien en nuestra tierra, bien en países
alejados.
Me pareció ver que se exigía del clero una
concesión
que no podía hacer. Vi muchos ancianos sacerdotes y algunos
viejos
franciscanos, que ya no portaban el hábito de su orden y sobre
todo
un eclesiástico muy anciano, llorar muy amargamente. Vi
también
algunos jóvenes llorar con ellos. (AA.III.161)
Vi a otros, entre los cuales todos tibios, se prestaban gustosos a lo
que se les demandaba.
Vi a los viejos, que habían permanecido fieles, someterse a la
defensa
con una gran aflicción y cerrar sus iglesias. Vi a muchos otros,
gentes
piadosas, paisanos y burgueses, acercarse a ellos: era como si se
dividieran
en dos partes, una buena y una mala. (AA.III.162)
EL ROSARIO, ARMA DEL COMBATE ESCATOLÓGICO
Como los propagadores de las luces tenían un odio muy especial a
la
devoción del rosario, la importancia de esta devoción me
fue
mostrada en una visión de sentido muy profundo. (AA.III.162)
Después de esto (de la visión de los propagadores de las
luces,
enemigos del rosario), Ana Catalina hizo la descripción del
rosario;
pero fue imposible al Peregrino (el transcriptor de sus visiones)
reproducir
sus palabras, ella misma, en el estado de vigilia no podía
expresar
bien lo que había visto... Los diversos Ave María eran
estrellas
formadas por cientos de piedras preciosas sobre las cuales los
patriarcas
y los ancestros de María estaban figurados en escenas que se
relacionaban
con la preparación de la Encarnación y con la
Redención.
Así, este rosario abrazaba al cielo y la tierra, Dios, la
naturaleza,
la historia, la restauración de todas las cosas y del hombre por
el
Redentor que ha nacido de María; y cada figura, cada materia,
cada
color, según su significado esencial, era empleado para la
realización
de esta obra de arte divino. (AA.III.162)
LA TRASLACIÓN DE LA IGLESIA
Llegué a la casa de San Pedro y San Pablo (Roma) y vi un mundo
tenebroso
lleno de angustia, de confusión y de corrupción.
(AA.II.413)
Vi al santo Padre en una gran tribulación y una gran angustia
respecto a la Iglesia. (AA.II.414)
Vi la Iglesia de San Pedro que un hombre pequeño llevaba sobre
sus
hombros; tenía algo de judío en los trazos del rostro. El
asunto
parecía muy peligroso. María estaba de pié sobre
la
iglesia en el lado norte y extendía su manto para protegerla.
(AA.III.124)
Ese hombrecito parecía sucumbir. Parecía ser
todavía laico y yo lo conocía.
Los doce hombres que veo siempre como nuevos apóstoles
debían
ayudarle a llevar su carga: pero ellos venían demasiado
lentamente.
Parecía que él caería bajo el peso de la carga,
entonces,
finalmente, llegaron todos ellos, se pusieron debajo y numerosos
ángeles
vinieron en su ayuda. Eran solamente los cimientos y la parte posterior
de
la iglesia (el coro y el altar), todo el resto había sido
demolido
por la secta y por los servidores de la iglesia mismos. (AA.III.124)
Ellos llevan la Iglesia a otro lugar y me parece que varios palacios
caían
ante ellos como campos de trigo que se cosechan. (AA.III.124)
Cuando incluso no quedara más que un solo cristiano
católico,
la Iglesia podría triunfar de nuevo. (AA.III.124)
Cuando vi la iglesia de San Pedro en su estado de ruina y como tantos
eclesiásticos
trabajaban, estos también, a la obra de destrucción, sin
que
ninguno de ellos lo hiciera abiertamente ante los demás,
sentí
una tal aflicción que grité hacia Jesús con todas
mis
fuerzas, implorando su misericordia. Entonces vi ante mi a mi esposo
celeste
bajo la forma de un hombre joven y me habló durante largo
tiempo.
Él dijo, entre otras cosas, que esta translación de la
iglesia
de un lugar a otro significaba que ella estaba en completa decadencia,
pero
que reposaba sobre esos porteadores y se revelaría con su ayuda.
Incluso
cuando sólo quedara un solo cristiano católico, la
Iglesia
podría
triunfar de nuevo, ya que ella no tiene su fundamento en la
inteligencia
y los consejos de los hombres.
Él me mostró entonces como nunca
habían
faltado personas orando y sufriendo por la Iglesia. Me hizo ver todo lo
que Él mismo había sufrido por ella, qué virtud
había
dado
a los méritos y a los trabajos de los mártires y como
Él
padecería de nuevo todos los sufrimientos inimaginables si le
fuera
posible sufrir de nuevo. Me mostró también en escenas
innumerables
la deplorable conducta de los cristianos y de los eclesiásticos,
en
esferas cada vez más vastas, extendiéndose a
través
del
mundo entero, incluído mi país, después me
exhortó a
perseverar
en la oración y el sufrimiento. Era una escena inmensa e
indeciblemente
triste que es imposible describir. Se me mostró también
que
ya no hay apenas cristianos en el antiguo sentido del término,
por lo
mismo
que todos los judíos que existen todavía hoy son puros
fariseos,
solamente más endurecidos que los antiguos: no hay más
que
le pueblo de Judith en Africa que es semejante a los judíos de
antaño.
Esta visión me llenó de tristeza. (AA.III.125)
LA TORMENTA
Vi una gran tormenta venir del Norte. Avanzaba en semicírculo
hacia
la ciudad de alta torre (Viena) y se extendía también
hacia
el poniente. Vi a lo lejos combates y surcos de sangre en el cielo por
encima
de varios lugares, y vi acercarse infinitas desgracias y miserias para
la
Iglesia. (AA.II.244)
He visto en esta villa (Roma) terribles amenazas viniendo del Norte.
(AA.II.414)
Vi el sacrificio de Isaac en el monte Calvario. La parte de
atrás
del altar estaba vuelta hacia el Norte: los patriarcas colocaban
siempre
así el altar porque el mal venía del Norte. (AA.II.484)
¡Oh ciudad, oh ciudad (Roma)! ¿de qué estás
amenazada?
La tormenta está próxima. ¡Manténte en
guardia!
Pero espero que permanezcas inquebrantable. (AA.III.127)
Vi a Roma en un estado tan deplorable que la menor chispa podía
prender
fuego por todas partes. Vi a Sicilia en sombras, espantosa y abandonada
por
todos aquellos que pudieran huir. (AA.III.127)
Un día, estando en éxtasis, ella exclamó en voz
alta
y gimió: «Veo la Iglesia completamente aislada y como
completamente
abandonada. Parece que todo el mundo huye de ella. Todo está en
lucha
a su alrededor. Por todas partes veo grandes miserias, el odio, la
traición
y el resentimiento, el conflicto, el abandono y una ceguera completa.
(AA.III.127)
Veo desde un punto central y tenebroso (y situado, parece ser, en Roma
misma)
partir mensajeros para llevar algo a varios lugares: esto sale de su
boca
como un vapor negro que cae sobre el pecho de los oyentes y enciende en
ellos
el odio y la rabia. (AA.III.127)
Oro ardientemente por los oprimidos. Sobre los lugares donde oran
algunas
personas, veo descender la luz, en otros veo descender espesas
tinieblas.
La situación es terrible. ¡Cuánto he rezado!
(AA.III.127)
VIENA
Tuve la visión de una gran iglesia con una torre muy alta y muy
artísticamente
trabajada, situada en una gran ciudad, cerca de un largo río. El
patrón
de la iglesia era san Esteban y vi cerca de él otro santo que
fue
martirizado tras él. (AA.II.243)
Cerca de esta iglesia, vi a muchas personas distinguidas, entre las
cuales
varios extranjeros, con delantales y paletas de albañil.
Parecían
enviados ahí para demoler esta iglesia que estaba cubierta de
pizarra.
Todo tipo de personas del país se unían a ellos:
había
incluso sacerdotes y religiosos.
Vi a continuación a cinco hombres entrar en esta iglesia (la
catedral
de Viena), tres que parecían sacerdotes se habían
revestido
de ornamentos sacerdotales pesados y antiguos; los otros dos eran
eclesiásticos
muy jóvenes que parecían llamados a las santas
órdenes.
Me pareció también que estos recurrían a la santa
comunión
y que estaban destinados a despertar la vida de las almas.
De golpe, una llama partió la torre, se extendió sobre el
tejado
y parecía que todo se iba a consumir. Pensaba yo entonces en el
ancho
río que pasaba por uno de los lados de la ciudad,
preguntándome
si no se podría con su agua apagar el fuego. Pero las llamas
hirieron
muchos de los que habían puesto su mano en el trabajo de
demolición:
las llamas los cazaron y la iglesia continuó de pié. Sin
embargo
vi que no se salvaría más que tras la gran tormenta que
se
aproximaba.
Este incendio, cuyo aspecto era espantoso, indicaba en primer lugar un
gran
peligro, en segundo lugar un nuevo esplendor de la Iglesia tras la
tempestad.
En este país ellos han comenzado ya a arruinar a la Iglesia por
medio
de escuelas que entregan a la incredulidad.
Vi una gran tormenta venir del norte. Avanzaba en semicírculo
hacia
la ciudad de la alta torre y se extendía hacia el poniente. Vi a
lo
lejos combates y surcos de sangre en el cielo por encima de varios
lugares,
y vi acercarse desdichas y miserias infinitas para la Iglesia.
(AA.III.245)
Los protestantes se ponen por todas partes a atacar a la Iglesia.
(AA.III.245)
PARIS
En un lugar, me parecía que se minaba por debajo una gran ciudad
en
la que el mal estaba a sus anchas. Había varios diablos ocupados
en
este trabajo. Estaban ya muy avanzados y yo creía que con tantos
y
tan pesados edificios la ciudad se derrumbaría pronto. He tenido
siempre
a propósito de París la impresión de que
debía
de ser así engullido: veo tantas cavernas por debajo, pero que
no
se parecen a las grutas subterráneas de Roma con las esculturas
que
las decoran. (AA.II.157)
LA CRISIS UNIVERSAL
Cuando llego a un país, veo lo mas a menudo en su capital, como
en
un punto central, el estado general de este país bajo forma de
noche,
de bruma, de frío; veo también de muy cerca las sedes
principales
de la perdición, yo comprendo todo y veo en escenas donde
están
los mayores peligros. De estos focos de corrupción, veo derrames
y
cenagales extenderse a través del país como canales
envenenados
y veo en medio de todo esto a gentes piadosas en oración, las
iglesias
donde reposa el Santo Sacramento, los cuerpos innumerables de santos y
bienaventurados,
todas las obras de virtud, de humildad, de fe, ejercer una
acción
que sofoca, que apacigua, que detiene el mal, que ayuda donde hace
falta.
A continuación tengo visiones donde los malvados como los buenos
pasan
ante mis ojos. (AA.II.408)
Veo planear sobre ciertos lugares y ciertas ciudades, apariciones
espantosas
que les amenazan con grandes peligros o incluso con una
destrucción
total. Veo tal lugar derrumbarse de alguna manera en la noche: en otro,
veo
la sangre correr a ríos en las batallas libradas en el aire, en
las
nubes. (AA.II.408)
Y esto peligros, estos castigos, no los veo como cosas aisladas, sino
que
los veo como consecuencias de lo que pasa en otros lugares donde el
pecado
estalla en violencias y en combates encarnizados, y veo el pecado
devenir
la vara que golpea a los culpables. (AA.II.409)
Atravesaba la viña (la diócesis) de Saint Ludger (Munich)
donde
encontré todo en sufrimiento como anteriormente y pase por la
viña
de saint Liboire (Paderborn) donde trabajé en último
lugar y que
encontré
en vias de mejora. Pasé por el lugar (Praga) donde reposan san
Juan
Nepomuceno,
san Wenceslao, Santa Ludmila y otros santos. Habían muchos
santos,
pero entre los vivos pocos sacerdotes piadosos y me parecía que
las
personas buenas y piadosas se mantenían escondidas
ordinariamente.
Iba siempre hacia el mediodía (tras esa subida hacia el
nordeste)
y pasaba delante de la gran ciudad (Viena) que domina una alta torre y
alrededor
de la cual hay muchas avenidas y barrios. Dejaba esta ciudad a la
izquierda
y atravesé una región de altas montañas (los Alpes
austríacos)
donde todavía había, por aquí y por allá,
mucha
gente piadosa, especialmente entre aquellos que vivían
dispersos:
después, yendo siempre hacia el mediodía, llegue a la
villa
marítima (Venecia) donde vi recientemente a San Ignacio y sus
compañeros.
Vi ahí también una gran corrupción: vi a San
Marcos
y otros santos. Iba por la viña de san Ambrosio (la
diócesis
de Milán). Me acuerdo de muchas visiones y de gracias obtenidas
por
la intercesión de san Ambrosio, sobre todo la acción
ejercida
por él sobre san Agustín. He aprendido muchas cosas sobre
él
y, entre otras, que había conocido a una persona que
tenía,
en un cierto grado, el don de reconocer las reliquias. Tuve visiones a
propósito
de ese asunto y creo que él ha hablado de ello en uno de sus
escritos...
Llegué a la casa de san Pedro y san Pablo (Roma) y vi un mundo
tenebroso
lleno de angustia, de confusión y de corrupción... vi en
esta
ciudad terribles amenazas viniendo del norte.
ESPAÑA
Partiendo de ahí, atravesé el agua (el
Mediterráneo),
tocando a las islas donde hay una mezcla de bien y de mal y
encontré
que los más aislados eran los más felices y los
más
luminosos: después fui a la patria de Francisco Javier
(España),
por que yo viajaba en la dirección del poniente. Vi
allí
numerosos
santos y vi el país ocupado por soldados rojos. (AA.II.411)
Su jefe (el de España) estaba hacia el mediodía
más
allá del mar. Vi a este país (donde se encontraba el
jefe)
pasablemente tranquilo en comparación de la patria de san
Ignacio
en donde yo entré a continuación y vi en un estado
espantoso.
(AA.II.414)
Vi a las tinieblas extendidas por toda esta región,
sobre la cual
reposaba
un tesoro de méritos y de gracias provenientes de san Ignacio.
Yo
me encontraba en el punto central del país (Madrid).
Reconocí el
lugar
donde, mucho tiempo antes, yo había visto en una visión a
inocentes
arrojados en una hoguera. (AA.II.414)
Vi finalmente a los enemigos del interior avanzando por
todos los lados
y
aquellos que atizaban el fuego arrojados ellos mismos a la hoguera.
(AA.II.415)
Vi enormes abominaciones extenderse sobre el país.
Mi
guía
me dijo: «Hoy Babel está aquí». Y
vi por todo
el
país una larga cadena de sociedades secretas, con un
trabajo
como
en Babel, y vi el encadenamiento de estas cosas, hasta la
construcción
de la torre, en un tejido, fino como una tela de araña,
extendiéndose
a través de todos los lugares y toda la historia: el producto
supremo
de esta floración era Semiramis, la mujer diabólica.
(AA.II.415)
Vi destruir todo lo que era sagrado y la impiedad y la
herejía
hacer irrupción. (AA.II.415)
Había una amenaza de guerra civil próxima y
de una crisis
interior que iba a destruirlo todo. (AA.II.415)
IRLANDA
Desde este desgraciado país (España) fui
conducida por
encima
del mar, aproximadamente hacia el norte, en una isla donde estuvo san
Patricio
(Irlanda). No había más que católicos pero estaban
muy
oprimidos: tenían sin embargo relaciones con el Papa, pero en
secreto.
Había todavía mucho de bueno en este país porque
las
personas estaban unidas entre ellas. (AA.II.416)
De la isla de san Patricio llegue por encima de un brazo de mar (mar de
Irlanda)
a una gran isla. Estaba sombría, brumosa y fría.
Vi por aquí y por allá algunos grupos de piadosos
sectarios
(...) el resto estaba todo en una gran fermentación.
Casi todo el pueblo estaba dividido en dos partidos, y ellos estaban
ocupados en intrigas tenebrosas y desagradables.
El partido más numeroso era el mas malo: el menos numeroso
tenía
los soldados a sus órdenes; no valía tampoco gran cosa,
pero
sin embargo valía más. Vi una gran confusión y una
lucha
que se aproximaba y vi el partido menos numeroso tomar el poder.
Había en todo esto abominables maniobras: había
traiciones
mutuas, todos se vigilaban los unos a los otros y cada uno
parecía
ser el espía de su vecino.
Encima de este país vi una gran cantidad de amigos de Dios
pertenecientes
a los tiempos pasados: ¡cuantos santos reyes, obispos,
propagadores
del cristianismo que habían venido de allí hacia Alemania
a
trabajar en nuestro beneficio! Vi a santa Walburge, el rey Eduardo,
Edgar
y también santa Ursula.
Vi mucha miseria en el país frío y brumoso: vi la
opulencia, vicios y numerosos navíos.
De allí, fui al levante, más allá del mar, a un
territorio
frío donde vi a santa Brigida (de Suecia), san Canut (rey de
Dinamarca
y patrón de ese país) y a san Eric (rey de Suecia). Este
país
estaba más tranquilo y más pobre que el precedente, pero
era
también frío, brumoso y sombrío. No sé ya
más
que es lo que he visto y hecho allí. Todo el mundo era
protestante.
(AA.II.417)
Desde ese lugar fui a un inmenso territorio (Rusia) completamente
tenebroso
y lleno de maldad, de allí surgían grandes tormentas. Los
habitantes
eran de un orgullo inusitado. (AA.II.418)
Construían grandes iglesias y creían tener la
razón
de su parte. Vi que se armaban y que se trabajaba por todos los lados:
todo
era sombrío y amenazante. Vi ahí a san Basilio y a otros.
Vi
sobre el castillo de tejados deslumbrantes el Maligno que se
mantenía
en las agujas. (AA.II.418)
Mientras que todo esto surge como un desarrollo de los cuadros
tenebrosos
que veo en al tierra en estos países, veo los buenos
gérmenes
luminosos que hay en ellos, dar nacimiento a escenas situadas en una
región
más elevada. Veo por encima de cada país un mundo de luz
que
representa todo lo que se ha hecho por él por los santos, hijos
de
ese país, los tesoros de gracia de la Iglesia que ellos han
hecho
descender sobre él por los méritos de Jesucristo. Vi por
encima
de iglesias devastadas planear iglesias en la luz, vi a los obispos y
los
doctores, los mártires, los confesores, los videntes y todos los
privilegiados
de la gracia que han vivido allí: entro en las escenas donde
figuran
sus milagros y las gracias que ellos han recibido, y veo las visiones,
las
revelaciones, las apariciones más importantes que ellos han
recibido:
veo todas sus vidas y sus relaciones, la acción que han ejercido
de
cerca o de lejos, el encadenamiento de sus trabajos y los efectos
producidos
por ellos hasta las distancias más alejadas. Veo todo lo que ha
sido
hecho, como ha sido todo ello aniquilado; y como, con todo, la
bendición
permanece siempre sobre las vías que ellos han recorrido, como
ellos
permanecen siempre en unión con su patria y su rebaño por
la
intermediación de gentes piadosas que guardan su memoria y
particularmente
como sus osamentas, allí donde reposan, son, por medio de una
relación
intima que las religa a ellos, fuentes de su caridad y de su
intercesión.
Sin el socorro de Dios, no se podrían contemplar tantas miseria
y
abominaciones
hacia esta caridad y esta misericordia, sin morir por ello de dolor.
(AA.II.409)
LA NATURALEZA HERIDA DE
MUERTE
Vi la tierra como una superficie redonda que estaba cubierta de
oscuridad y de tinieblas. (AA.II.158)
Todo se desecaba y parecía perecer. Vi esto con detalles
innumerables
en criaturas de toda especie, tales como los árboles, los
arbustos, las
plantas,
las flores y los campos. Era como si el agua hubiera sido quitada de
los
arroyos, las fuentes, los ríos y los mares, o como si ella
volviera
a su origen, a las aguas que están por encima del firmamento y
alrededor
del paraíso. Atravesé la tierra desolada y vi los
ríos
como líneas delgadas, los mares como negros abismos donde no se
veía
más que algunos charcos de agua en el centro. Todo el resto era
un
fango espeso y turbio en el cual veía animales y peces enormes
atrapados
luchando contra la muerte. Iba lo suficientemente lejos par poder
reconocer
la orilla del mar donde yo había visto antes ahogar a san
Clemente.
Vi también lugares y hombres en el más triste estado de
confusión
y de perdición y vi, a medida que la tierra se volvía
más
desolada y más árida, las obras tenebrosas de hombres que
las
cruzaban. Vi muchas abominaciones con un gran detalle; reconocí
Roma
y vi a la Iglesia oprimida y su decadencia en el interior y en el
exterior.
(AA.III.158)
CINCUENTA O
SESENTA AÑOS ANTES DEL AÑO 2000
En medio del infierno había un abismo espantoso; Lucifer fue
precipitado
allí cargado de cadenas, una espesa humareda lo rodeaba por
todas
partes. Su destino era regulado por una ley que Dios mismo había
dictado;
vi que, cincuenta o sesenta años, si no me equivoco entes del
año
2000, Lucifer debía salir durante algún tiempo del abismo.
Vi muchos otros datos que he olvidado, otros demonios debían
también
ser puestos en libertad en una época más o menos alejada,
con
el fin de tentar a los hombre y de servir de instrumentos a la justicia
divina.
Muchos de estos demonios deben salir del abismo en esta época y
otros
de aquí a poco tiempo. (DD.452)
Vi que los apóstoles fueron enviados a la mayor parte de la
tierra
para abatir por todas partes el poder de Satán y para aportar
bendiciones,
y que las regiones donde operan eran las que habían sido
más
fuertemente envenenadas por el enemigo.
Si estos países no han perseverado en la fe cristiana y
están
ahora dejados al abandono, eso ha sido, como lo he visto, por una sabia
disposición
de la Providencia. Ellos debían ser solamente bendecidos para el
porvenir
y ellos permanecen baldíos con el fin de que sembrados de nuevo,
lleven
frutos abundantes cuando los demás se hayan quedado sin cultura.
(AA.II.340)
Cuando Jesús descendió sobre la tierra y fue la
tierra
regada con su Sangre, la potencia infernal disminuyó
considerablemente
, y sus manifestaciones se hicieron más tímidas. (BV.56)
LA
GLORIA CREPUSCULAR DE LA IGLESIA
LA RECONSTRUCCIÓN DE LA IGLESIA
Entonces vi reconstruir la Iglesia muy rápidamente y con
más magnificencia que nunca. (AA.III.114)
Vi una mujer llena de majestad avanzar en la gran plaza que está
ante
la Iglesia. Ella mantenía su amplio manto sobre los dos brazos y
se
elevaba suavemente en el aire. Se posó sobre el domo y
extendió
sobre
toda la extensión de la Iglesia su manto que parecía
irradiar
oro. Los demoledores se habían tomado un momento de reposo,
pero,
cuando quisieron volver al trabajo, les fue absolutamente imposible
acercarse
al espacio cubierto por el manto. (AA.II.204)
Después vi, a lo lejos, acercarse grandes cohortes, ordenadas en
círculo
alrededor de la iglesia, unas sobre la tierra, otras en el cielo. La
primera
se componía de hombres y mujeres jóvenes, la segunda de
personas
casadas de toda condición entre los cuales reyes y reinas, la
tercera
de religiosos, la cuarta de gentes de guerra. Ante ellos vi a un hombre
montado
sobre un caballo blanco. La última tropa estaba compuesta de
burgueses
y de paisanos de los cuales muchos estaban marcados en la frente con
una
cruz roja. (AA.III.113)
Vi la iglesia de San Pedro: estaba desnuda, con excepción del
coro
y del altar mayor. Después vinieron de todas partes del mundo
sacerdotes
y laicos que rehicieron los muros de piedra. (AA.III.118)
Mientras se acercaban, cautivos y oprimidos fueron liberados y se
unieron a ellos. (AA.III.114)
Todos los demoledores y los conjurados fueron expulsados de todas
partes
y fueron, sin saber como, reunidos en una única masa confusa y
cubierta
de una bruma. Ellos no sabía ni lo que habían hecho, ni
lo
que debían hacer, y corrían, dándose cabezazos
unos
contra otros. Cuando fueron todos reunidos en una sola masa, los vi
abandonar
su trabajo de demolición de la iglesia y perderse en los
diversos
grupos. (AA.III.114)
Entonces vi rehacer la Iglesia muy rápidamente y con más
magnificencia
que nunca: porque las personas de todas las cohortes se hacían
pasar
las piedras de un extremo del mundo al otro. Cuando los grupos
más
alejados se acercaban, el que estaba más cerca del centro se
retiraba
tras los otros. Era como si ellos representasen diversos trabajos de la
oración
y el grupo de soldados las obras de la guerra. Vi en este a amigos y
enemigos
pertenecientes a todas las naciones. Eran simplemente gentes de guerra
como
los nuestros (como los soldados de su tiempo) y vestidos igual (con
uniformes).
El círculo que formaban no estaba cerrado, pero había
hacia
el norte un gran intervalo vacío y sombrío: era como un
agujero,
como un precipicio. Tuve el sentimiento de que había allí
una
tierra cubierta de tinieblas. (AA.III.114)
Vi también a una parte de este grupo permanecer atrás: no
querían
ir hacia delante y todos tenían un aspecto sombrío y
permanecían
juntos unos contra otros. En todos estos grupos, vi muchas personas que
debían
sufrir el martirio por Jesús: había todavía
ahí
muchos malvados y otra separación tendría que suceder
más
adelante...
Sin embargo vi a la iglesia completamente restaurada; por encima de
ella,
sobre una montaña, el Cordero de Dios rodeado de un grupo de
vírgenes
con palmas en las manos, y también los cinco círculos
formados
por las cohortes celestiales correspondientes a aquellos de aquí
abajo
que pertenecen a la tierra. (AA.III.113-115)
LA GUERRA ESPIRITUAL
Vi grandes tropas viviendo de varios países dirigirse hacia un
punto
y combates que se libraban por todas partes. Vi en medio de ellos una
gran
mancha negra, como un enorme agujero; aquellos que combatían
alrededor
eran cada vez menos numerosos, como si muchos cayeran sin que se dieran
cuenta.
Durante ese tiempo, vi todavía en medio de los desastres a los
doce
hombres, de los que
ya
he hablado, dispersados en diversos lugares sin saber nada los unos de
los
otros, recibir rayos del agua viva. Vi que todos hacían el mismo
trabajo en diversos
lados;
que ellos no sabían de donde se les había pedido hacerlo
y
que cuando una cosa se había hecho, otra se les daba para hacer.
Eran
siempre doce de los cuales ninguno tenía más de cuarenta
años...
vi que todos recibían de Dios lo que se había perdido y
que
operaban el bien por todos lados; eran todos católicos. Vi
también,
en los tenebrosos destructores, falsos profetas y gentes que trabajaban
contra
los escritos de los doce nuevos apóstoles.
Como las fuerzas de los que combatían alrededor del abismo
tenebroso
se iban debilitando cada vez más, y como durante el combate toda
una
ciudad había desaparecido, los doce hombres apostólicos
ganaban
sin cesar un gran número de adherentes, y de la otra ciudad
(Roma)
partía como un cono luminoso que entraba en el círculo
sombrío.
(AA.III.159)
LAS DOS CIUDADES
Vi en dos esferas opuestas, al imperio de Satán y al imperio del
Salvador.
Vi la ciudad de Satán y una mujer, la prostituta de Babilonia,
con
sus profetas y sus profetisas, sus taumaturgos y sus apóstoles.
Ahí
todo era rico, brillante, magnifico, comparado con el imperio del
Salvador.
Vi allí a reyes, emperadores, sacerdotes magníficamente
vestidos
y subidos en carrozas; Satán tenía un trono
magnífico.
Al mismo tiempo vi el imperio del Salvador, pobre y a penas visible
sobre
la tierra, sumergido en el luto y la desolación. La Iglesia me
fue
presentada a la vez bajo los rasgos de la Virgen y bajo los del
Salvador
en la cruz, cuyo costado entreabierto parecía indicar al pecador
el
asilo de la gracia. (BB.IV.168)
MARÍA, PROTECTORA
DE LA IGLESIA
Vi por encima de la iglesia (San Pedro de Roma) muy disminuida, una
mujer
majestuosamente vestida con un manto azul cielo que se situaba a lo
lejos,
portando una corona de estrellas sobre la cabeza. (AA.III.160)
Vi una especie de gran manto que iba ampliándose constantemente
y
que acabó por abrazar todo un mundo con sus habitantes. Al mismo
tiempo
este símbolo fue para mi una imagen del tiempo presente, y vi a
sacerdotes
hacer agujeros en ese manto para mirar a través de él.
(BB.III.344)
Vi en una gran ciudad una iglesia que era la mas pequeña, llegar
a ser la primera. (AA.III.160)
Los nuevos apóstoles se reunieron todos en la luz. Creo haberme
visto
entre los primeros con otro que yo conocía. (AA.III.160)
Ahora todo volvía a florecer. Vi un nuevo Papa, muy firme; vi
también
el negro abismo retraerse cada vez más: al final llegó un
momento
que un cubo de agua podía cubrir la abertura.
En último lugar vi todavía tres grupos o tres reuniones
de
hombres unirse a la luz. Tenían entre ellos personas iluminadas,
y
entraron en la iglesia.
Las aguas abundaban por todas partes: todo era verde y florido. Vi
construir iglesias y conventos. (AA.III.161)
Vi también que la ayuda llegaba en el momento de más
desolación.
Vi de nuevo a la Santa Virgen subir a la iglesia y extender su manto.
Cuando
tuve esta última visión, no vi al Papa actual. Vi uno de
sus
sucesores. Le vi a la vez suave y severo. El sabía atraerse a
los
buenos sacerdotes y expulsar a los malos.
Vi todo renovarse y una iglesia que se elevaba hasta el cielo.
(AA.III.103)
EL COMBATE DE SAN MIGUEL
Ya toda la parte anterior de la iglesia se había derrumbado: no
quedaba
de pié más que el santuario con el Santísimo
Sacramento.
Estaba yo derrumbada de tristeza y me preguntaba donde estaba ese
hombre
que había visto otras veces sobre la iglesia para defenderla,
llevando
una vestimenta roja y un estandarte blanco. (AA.II.203)
Vi de nuevo la iglesia de San Pedro con su alta cúpula. San
Miguel
se mantenía en lo alto, brillante de luz, llevando una
vestimenta
roja de sangre y sosteniendo en la mano un gran estandarte de guerra.
Sobre la tierra había un gran combate. Los verdes y los azules
combatían
contra los blancos, y estos blancos que tenían por encima de
ellos
una espada roja y llameante, parecían estar derrotados: pero
todos
ignoraban por que combatían. (AA.II.205)
La Iglesia estaba completamente roja de sangre como el ángel, y
se me dijo que ella sería lavada en la sangre.
Cuanto más duraba el combate, más el color sangrante se
borraba
de la iglesia y se volvió cada vez más transparente. Sin
embargo
el ángel descendió, fue hacia los blancos y le vi varias
veces
al frente de todas sus cohortes. Entonces fueron animados de un coraje
maravilloso
sin que ellos supieran de donde venía eso; era el ángel
que
multiplicaba sus golpes entre los enemigos, los cuales huían por
todos
lados. La espada de fuego que estaba por encima de los blancos
victorioso
desapareció entonces.
Durante el combate, las tropas de enemigos pasaban continuamente a su
lado y una vez vino una muy numerosa.
Por encima del campo de batalla, tropas de santos aparecieron en el
aire:
mostraron, indicaban lo que había que hacer, hacían
signos
con las mano: todos eran diferentes entre ellos, pero inspirados de un
mismo
espíritu y actuando en un mismo espíritu.
Cuando el ángel descendió de lo alto de la iglesia, vi
por
encima de él en el cielo una gran cruz luminosa a la cual el
Salvador
estaba ligado; de sus cicatrices surgían haces de rayos
resplandecientes
que se extendían sobre el mundo. Las cicatrices eran rojas y
semejantes
a puertas brillantes cuyo centro era del color del sol. No llevaba
corona
de espinas, sino que de todas las heridas de la cabeza surgían
rayos
que se dirigían horizontalmente sobre el mundo. Los rayos de sus
manos,
del costado y de los pies tenían los colores del arco iris; se
dividían
en líneas muy menudas, a veces también se reunían
y
alcanzaban de esa manera a pueblos, ciudades, casas sobre toda la
superficie
del globo. Los vi por un lado y por otro, a veces lejos, a veces cerca,
caer
sobre diversos moribundos y aspirar las almas que, entrando en uno de
estos
rayos coloreados, penetraban en la llaga del Señor. Los rayos de
la
herida del costado se repartían sobre la iglesia situada por
encima,
como una corriente abundante y muy amplia. La iglesia estaba toda
iluminada,
y vi la mayor parte de las almas entrar en el Señor por esta
corriente
de rayos.(AA.II.205)
Vi también planear sobre la superficie del cielo un
corazón
brillando con una luz roja, del cual partía una vía de
rayos
blancos que conducían a la llaga del costado...
... y otra vía que se extendía sobre la Iglesia y sobre
muchos países...
... estos rayos atraían hacia ellos un gran número de
almas
que, por el corazón y la vía luminosa, entraban en el
costado
de Jesús. Se me dijo que el corazón era María.
(AA.II.205)
Tuve entonces la visión de una inmensa batalla. Toda la planicie
estaba
cubierta de una gran humo: había bosquecillos llenos de soldados
de
donde surgían continuamente. Era un lugar bajo: se veían
grandes
ciudades en la lejanía. Vi a san Miguel descender con una
numerosa
tropa de ángeles y separar a los combatientes. Pero esto no
llegará
más que cuando todo parezca perdido. Un jefe invocará a
san
Miguel y entonces la victoria descenderá.
Ella ignoraba la época de esta batalla. Dijo una vez que eso
ocurriría
en Italia, no lejos de Roma donde muchas cosas antiguas serían
destruidas
y donde muchas santas cosas nuevas (es decir desconocidas hasta
entonces)
reaparecerían un día. (AA.III.24)
San Miguel descendió en la iglesia (demolida con
excepción
del coro y del altar mayor) revestido con su armadura, y detuvo,
amenazándoles
con su espada, a varios malos pastores que querían penetrar
allí.
Los expulsó a un rincón oscuro donde se sentaron,
mirándose
unos a otros. La parte de la Iglesia que estaba demolida fue enseguida
rodeada
de una ligera claridad, de manera que se pudo celebrar perfectamente el
servicio
divino. Después vinieron de todas partes del mundo sacerdotes y
laicos,
que rehicieron los muros de piedra, ya que los demoledores no
habían
podido quitar las fuertes piedras de los cimientos. (AA.III.118)
LA MUJER FUERTE
Vi a la hija del rey de reyes atacada y perseguida. Lloraba mucho por
toda
la sangre que se iba a verter y pasaba su vista sobre una tribu de
vírgenes
fuertes que debían combatir a su lado. Tuve mucho que hacer con
Ella
y le supliqué que pensara en mi país y en ciertos lugares
que le
recomendé.
Pedí para los sacerdotes algo de sus tesoros, Ella me
respondió:
«Sí, tengo grandes tesoros, pero son pisoteados».
Ella
llevaba
una vestimenta azul cielo. (AA.III.181)
Allí arriba, recibí de mi conductor una nueva
exhortación
a orar yo misma y a animar a todo el mundo, todo lo posible, a orar por
los
pecadores y en particular por los sacerdotes desviados. Muy malos
tiempos
van a venir, me dijo él. (AA.III.182)
Los no católicos seducirán a muchas personas y
buscarán
por todos los medios imaginables quitarle todo a la Iglesia.
Seguirá
de ello una gran confusión (AA.III.182)
Tuve otra visión donde vi como se preparaba la armada de la hija
del
rey. Una multitud de personas contribuían a ello. Y lo que ellas
aportaban
consistía en oraciones, en buenas obras, en victorias sobre
sí
mismas
y en trabajos de toda especie. Todo esto iba de mano en mano hasta el
cielo
y all, cada cosa, tras haber pasado por un trabajo particular,
llegaba
a ser una pieza de la armadura de la que se revestía la Virgen.
No
se podía dejar de admirar hasta qué punto todo se
ajustaba bien
y
era impresionante ver como cada cosa significaba otra. La Virgen fue
armada
de la cabeza a los pies. Reconocí varias de las personas que
daban
su ayuda y vi con sorpresa que establecimientos enteros y grandes y
sabios
personajes no proveían nada, mientras que las piezas importantes
de
la armadura provenían de gentes pobres y de pequeña
condición.
(AA.III.182)
Vi la batalla. Los enemigos eran infinitamente más numerosos;
pero
la pequeña tropa fiel abatía a filas enteras. Durante el
combate
la Virgen armada estaba sobre una colina: yo corrí hacia Ella y
le
recomendé mi patria y los lugares por los cuales yo rezaba. Su
armadura
tenía algo de extraño: todo tenía un significado:
llevaba
un casco, un escudo y una coraza. En cuanto a las gentes que
combatían,
se asemejaban a los soldados actuales. Era una guerra terrible: al
final
no quedó más que una pequeña tropa de
líderes
de la buena causa, los cuales tuvieron la victoria. (AA.III.182)
LA PURIFICACIÓN
La incredulidad de la época (en la que vivía Ana
Catalina)
está en su plenitud: habrá todavía una
confusión
increíble; pero después de la tormenta la fe se
restablecerá.
(AA.II.132)
Sin embargo, del otro lado, aquellos que restauraban se pusieron a
trabajar
con una increíble actividad. Vinieron hombres de mucha edad,
impotentes,
olvidados, después muchos jóvenes fuertes y vigorosos,
mujeres,
niños, eclesiásticos y seglares y el edificio fue muy
pronto
restaurado enteramente. (AA.II.204)
Vi entonces a un nuevo Papa venir con una procesión. Era
más
joven y mucho más severo que el precedente. Se le recibió
con
una gran pompa. Parecía listo para consagrar a la iglesia (San
Pedro
de Roma) pero oí una voz diciendo que una nueva
consagración
no era necesaria, que el Santísimo Sacramento había
permanecido
siempre allí. (AA.II.204)
Debían entonces celebrarse muy solemnemente una doble fiesta: un
jubileo
universal y la restauración de la iglesia. El Papa, antes de
comenzar
la fiesta, había ya dispuesto a sus gentes que echaron fuera de
la
asamblea de los fieles, sin encontrar ninguna oposición, una
muchedumbre
de miembros del alto y bajo clero. (AA.II.204)
Vi que ellos dejaron la asamblea murmurando y llenos de cólera.
El
Papa tomó a su servicio otras personas, eclesiásticas e
incluso
laicas.
Entonces comenzó la gran solemnidad en la iglesia de San Pedro.
(AA.II.204)
Los hombres del delantal blanco continuaban trabajando en su obra de
demolición
sin ruido y con cuidado, cuando los otros no les veían: eran
cuidadosos
y estaban al acecho. (AA.II.204-205)
En la fiesta de la Purificación, en 1822, ella contó lo
que sigue:
He visto, estos días, cosas maravillosas en torno a la Iglesia.
La
iglesia de San Pedro estaba casi enteramente destruida por la secta:
pero
los trabajos de la secta fueron también destruidos y todo lo que
les
pertenecía, sus delantales y sus pertrechos fueron quemados por
el
verdugo en una plaza marcada de infamia. Era solamente cuero de caballo
y
la hediondez era tan grande que me puso enferma.
He visto en esta visión a la Madre de Dios trabajar de tal
manera
para la Iglesia que mi devoción hacia Ella todavía se
incrementó
más. (AA.III.115)
LA CASA NUPCIAL
El Esposo celebra su boda, es decir su indisoluble unión con la
Iglesia,
como renovándose constantemente, y para presentarla a Dios el
Padre
puro y sin mancha en todos sus miembros, Él vierte
incesantemente
torrentes de gracia. Pero cada uno de estos dones debe ser tenido en
cuenta
y entre aquellos que los reciben, un pequeño número
solamente
podría encontrarse en regla para esta rendición de
cuentas,
si el Esposo de la Iglesia no preparase en todas las épocas
instrumentos
que recojan lo que otros dejan perder, que hacen valer los talentos que
otros
rechazan, que paguen las deudas contraídas por otros.
Antes de haberse manifestado en carne en la plenitud de los tiempos
para
concluir en su Sangre el nuevo matrimonio, Él había, por
el
misterio de la Inmaculada Concepción, preparado a María
para
ser el tipo primordial y eternamente inmaculado de la Iglesia.
(AA.II.247)
Hace veinte años ahora que mi novio me condujo a la casa nupcial
y
me puso sobre el áspero lecho de novia en el cual estoy
todavía
yaciendo. (AA.I.246)
Me encontraba en la Casa Nupcial y vi un ruidoso cortejo matrimonial
llegar
en varias carrozas. La novia, que tenía cerca de ella muchos
hombres
y mujeres, era una persona de gran talla, con aspecto descarado y con
una
apariencia de cortesana.
Tenía sobre la cabeza una corona, en el pecho muchas joyas, tres
cadenas
y tres broches de oropel de los que estaban suspendidos una cantidad de
instrumentos,
de figuras representando cangrejos de río, ranas, sapos,
saltamontes,
y también pequeños cuernos, anillos, silbatos, etc. Su
vestimenta
era escarlata. Sobre su hombro se agitaba un búho, que le
hablaba
a la oreja, tanto a la derecha, tanto a la izquierda: parecía
ser
su espíritu familiar.
Esta mujer, con toda su corte y numerosos equipajes, entró
pomposamente
en la casa nupcial y expulsó a todos los que allí
estaban.
Los viejos señores y eclesiásticos tuvieron a penas
tiempo
de recoger sus libros y sus papeles, todos fueron obligados a salir,
unos
llenos de horror, otros llenos de simpatía hacia la cortesana.
Unos
fueron a la iglesia, otros en diversas direcciones, marchando en grupo
separados.
Ella dio la vuelta a todo lo que había en la casa, hasta la mesa
y los vasos que estaban encima.
Tan solo la habitación donde estaban los hábitos de la
novia
y la sala que yo vi transformarse en una iglesia consagrada a la Madre
de
Dios permanecieron firmes e intactas.
Cosa remarcable, la cortesana, todos sus pertrechos y sus libros
brillaban
lustrosos, y ella tenía el olor infecto de ese escarabajo
brillante
que huele tan mal. Las mujeres que la rodeaban eran profetisas
magnéticas:
ellas profetizaban y la sostenían.
Pero esta innoble novia quería casarse y, lo que es más,
con
un joven sacerdote piadoso e iluminado. Creo que era uno de los doce
que
veo a menudo operar obras importantes bajo la influencia del
Espíritu
Santo. El había huido de la casa ante esta mujer. Ella le hizo
volver
dirigiéndole las palabras más aduladoras.
Cuando él llegó, ella le mostró todo y
quería
poner todo en sus manos. El se detuvo algún tiempo: pero como
ella
se mostraba con él presionante y sin discreción, y que
ella
empleaba
todos los medios imaginables para llevarlo a tomarla como mujer,
él
tomo un aspecto muy grave y muy imponente: la maldijo así como
todos
sus manejos, como siendo los de una infame cortesana, y se
retiró.
Entonces vi todo lo que había con ella, irse, ceder el lugar,
morir
y calumniar. Toda la Casa nupcial devino en un instante sombría
y
negra, y las cosas brillantes comenzaron a carcomerse. La mujer misma,
carcomida
enteramente, cayó por tierra y quedo en el suelo, conservando su
forma
exterior: pero todo en ella se había descompuesto.
Entonces, cuando todo se redujo a polvo y el silencio reinó
por
todo, el joven sacerdote volvió y con él otros dos, de
los cuales
uno,
que era un hombre de edad, parecía enviado de Roma.
El viejo llevaba una cruz que plantó ante la Casa nupcial, que
se
había vuelto totalmente negra: sacó algo de esa cruz,
entró en
la
casa, abrió las puertas y ventanas, y pareció que los
demás
que estaban ante la casa oraban, consagraban y hacían exorcismos.
Se levantó una tormenta impetuosa que pasó a
través
de la casa y salió de ella un vapor negro que se fue a lo lejos
hacia
una gran ciudad en la que se dividió en nubes de diverso
tamaño.
En cuanto a la Casa, fue de nuevo ocupada por un número elegido
entre
los antiguos habitantes. Se instalaron también algunos de
aquellos
que habían venido con la novia impura y que se habían
convertido.
Todo fue purificado y comenzó a prosperar. El jardín
también
volvió a su primitivo estado. (AA.II.398)
Vi una gran fiesta en la iglesia que, tras la victoria irradiaba como
el sol
Vi un nuevo Papa muy austero y muy enérgico
Vi antes del comienzo de la fiesta, muchos obispos y pastores
expulsados por él a causa de su maldad.
Vi entonces, cerca de ser cumplida, la plegaria: «Venga a
nosotros tu reino». (AA.II.209)
El 27 de diciembre, fiesta de San Juan Evangelista, ella vio a la
Iglesia
romana brillante como un sol. Partían de ella rayos que se
repartían
por el mundo entero: «Se me dijo que eso se relacionaba con el
Apocalipsis
de san Juan, sobre el cual diversas personas en la Iglesia deben
recibir
luces y esa luz caerá toda ella sobre la Iglesia».
(AA.II.202)
Mientras el combate tenía lugar sobre la tierra, la Iglesia y el
ángel,
que desapareció pronto, se habían vuelto blancos y
luminosos.
La cruz también se desvaneció y en su lugar se
mantenía
de pié sobre la Iglesia una gran mujer brillante de luz que
extendía
hasta lejos y por encima de ella su manto de oro irradiante.
LA RENOVACIÓN DE LA IGLESIA
En la Iglesia se vio operar una reconciliación acompañada
de
testimonios de humildad. Vi a los obispos y pastores aproximarse unos a
otros
y cambiar sus libros: las sectas reconocían a la Iglesia, a su
maravillosa
victoria y a las claridades de la revelación que ellas
habían
visto con sus ojos irradiar sobre ella. Estas claridades venían
de
los rayos del surtidor que san Juan había hecho brotar del lago
de
la montaña de los profetas. Cuando vi esta reunión,
sentí
una profunda impresión de la proximidad del reino de Dios.
Sentí
un esplendor y una vida superior manifestarse en toda la naturaleza y
una
santa emoción embargar a todos los hombres, como en los tiempos
cuando
el nacimiento del Señor estaba próximo y sentí de
tal
manera la cercanía del reino de Dios que me sentí forzada
a
correr a su encuentro y a dar gritos de alegría.
Tuve el sentimiento del advenimiento de María en sus primeros
ancestros.
Vi su estirpe ennoblecerse a medida que Ella se aproximaba al punto
en
el que se produciría esta flor. Vi llegar a María,
¿cómo
fue? Yo no sé expresarlo; es de la misma manera que tengo el
presentimiento
de un acercamiento del reino de Dios. Yo lo he visto aproximarse,
atraído
por el ardiente deseo de muchos cristianos, llenos de humildad, de amor
y
de fe; era el deseo que le atraía.
Vi una gran fiesta en la Iglesia que, tras la victoria conseguida,
irradiaba
como el sol. Vi un nuevo Papa austero y muy enérgico. Vi, antes
del
comienzo de la fiesta, muchos obispos y pastores expulsados por
él,
a causa de su maldad. Vi a los santos apóstoles tomar una parte
muy
especial en la celebración de esta fiesta en la Iglesia. Vi
entonces
muy cerca de su realización la plegaria: «Venga a nosotros
tu
reino». Me parecía ver jardines celestes, brillantes de
luz,
descender de arriba, reunirse en la tierra, en lugares donde el fuego
estaba
encendido, y bañar todo lo que está por debajo en una luz
primordial.
(...)
Lo mismo que en la estirpe de David, la promesa fue preservada hasta su
cumplimiento
en María en la plenitud de los tiempos; lo mismo que esa estirpe
fue
cuidada, protegida, purificada hasta el momento en el que ella produjo
en
la Santa Virgen la luz del mundo, de la misma manera, este santo de la
montaña
de los profetas purifica y conserva todos los tesoros de la
creación
y de la promesa, así como el significado y la esencia de toda
palabra
y de toda criatura hasta que los tiempos se cumplan. Él rechaza
y borra
todo
lo que es falso y malo; entonces es una corriente tan pura como cuando
sale
del seno de Dios, y es así como fluye hoy en la naturaleza
entera.
Yo estaba en el jardín de la Casa nupcial. La matrona estaba
todavía
enferma, pero sin embargo ella ponía en orden, limpiaba y
quitaba
los escombros por aquí y por allí en el jardín.
Vi a varios santos revestidos de antiguos hábitos sacerdotales
que
limpiaban diversas partes de la iglesia y quitaban las telas de
araña.
La puesta estaba abierta, la iglesia se volvía cada vez
más
luminosa. Era como si los dueños hicieran el trabajo de los
criados:
ya que aquellos que estaban en la casa nupcial no hacían nada y
muchos
estaban descontentos. (AA.II.361)
Había sin embargo por aquí un gran movimiento.
Parecía
que algunos dudaran de entrar aun cuando la iglesia estaba totalmente
puesta
en orden: pero algunos entonces debían ser apartados a un lado.
(AA.II.361)
Mientras que la iglesia se volvía cada vez mas bella y
más
luminosa, surgió de repente en su seno una bella fuente limpia
que
extendió por todas partes un agua pura como el cristal,
salió
a través de los muros y, fluyendo en el jardín,
reanimó
todo.
(AA.II.361)
A la efusión de esta fuente, todo se volvió luminoso y
más
dichoso y vi por encima de ella un altar resplandeciente como un
espíritu
celeste, como una manifestación y un crecimiento futuros
(AA.II.361)
Parecía que todo iba creciendo en la iglesia, muros, tejados,
decoraciones,
cuerpo del edificio, en fin todo; y los santos continuaban trabajando y
el
movimiento cada vez más grande en la Casa nupcial. (AA.II.361)
Entonces tuve una nueva visión. Vi a la Santa Virgen por encima
de
la iglesia, y alrededor de ella a los apóstoles y obispos. Vi
por
encima grandes procesiones y ceremonias solemnes.
Vi grandes bendiciones repartidas desde lo alto y muchos cambios. Vi
también
al Papa ordenar y regular todo ello. Vi surgir hombres pobres y simples
de
los cuales muchos eran todavía jóvenes. Vi muchos
antiguos
dignatarios eclesiásticos que, habiéndose puesto al
servicio
de los malos obispos, habían dejado en el olvido los intereses
de
la Iglesia, arrastrarse en muletas, como cojos y paralíticos;
fueron
llevados por dos conductores y recibieron su perdón.
Vi una cantidad de malos obispos, que habían creído poder
hacer
algo ellos mismos y que no recibían por sus trabajos la fuerza
de
Cristo por la intermediación de sus santos predecesores y de la
Iglesia,
alejados y reemplazados por otros. (AA.II.492)
Los enemigos que habían huido en el combate no fueron
perseguidos; pero se dispersaron por todos lados. (AA.II.240)
Vi al sacerdocio y a las órdenes religiosas renovarse tras una
larga
decadencia.
Me parecía que una masa de personas piadosas había
surgido
y que todo salía de ellos y se desarrollaba (AA.III.176)
Vi en la iglesia de San Pedro, en Roma, una gran fiesta con muchas
luces
y vi que el Santo Padre, así como muchos otros, ha sido
fortalecido
por el Espíritu Santo.
Vi también, en diversos lugares del mundo, la luz descender
sobre
los doce hombres que veo tan a menudo como doce nuevos apóstoles
o
profetas de la Iglesia. (AA.II.429)
EL PAPA FUTURO
Le vi a la vez suave y severo. Sabía atraerse a los buenos
sacerdotes
y rechazar lejos de él a los malos. Vi todo renovarse y una
iglesia
que se elevaba hasta el cielo. (AA.III.103)
Vi un nuevo Papa muy firme (AA.III.161)
Hubo en la iglesia espiritual una fiesta de acción de gracias;
había
allí una gloria espléndida, un trono
magníficamente
adornado. San Pablo, San Agustín y otros santos convertidos
figuraban
allí de una manera muy especial. Era una fiesta en la que la
Iglesia
triunfante daba gracias a Dios de una gran gracia que no debe llegar a
su
madurez más que en el futuro. Era algo como una
consagración
futura. Esto tenía relación con el cambio moral operado
en
un hombre de condición esbelta y bastante joven, el cual debe un
día
llegar a ser Papa.
He visto también en esta visión muchos cristianos entrar
en
la Iglesia. Entraban a través de los muros de la iglesia.
(AA.III.177)
Vi que este Papa debe ser severo y que él alejará de
sí a
todos
los obispos tibios y fríos. Pero mucho tiempo debe
todavía
pasar hasta que esto ocurra.(AA.III.177)
Vi a este futuro Papa en la iglesia rodeado de otros hombres piadosos:
estaba
relacionado con ese viejo sacerdote que vi morir en Roma, hace algunos
días.
El joven estaba ya en las ordenes y parecía que recibiera hoy
(27
de enero de 1822) una dignidad. No es Romano, sino Italiano, de un
lugar
que no está muy alejado de Roma, y pertenece, creo, a una
piadosa
familia principesca. (Se trataba del futuro Papa Pío IX)
(AA.III.178)
EL LIBRO DE LOS SIETE SELLOS
Hubo una gran solemnidad en la iglesia y vi por encima de ella una nube
luminosa
sobre la cual descendían los apóstoles y los santos
obispos
que se reunían en coros por encima del altar. Vi entre ellos a
san
Agustín, san Ambrosio y todos aquellos que han trabajado mucho
por
la exaltación de la Iglesia. (AA.II.493)
Era una gran solemnidad; la misa fue celebrada, y vi en medio de la
iglesia
un gran libro abierto del que pendían tres sellos por el lado
más
ancho y dos otros sellos por cada uno de los otros lados. Vi
también
en lo alto al apóstol san Juan y aprendí que eran las
revelaciones
que él había tenido en Pathmos. El libro estaba situado
sobre
un pupitre en el coro. Antes de que ese libro fuera abierto,
ocurrió
algo que he olvidado. Es una pena que haya esta laguna en la
visión.
(AA.II.493)
El 27 de diciembre ella vio la Iglesia romana brillante como un sol:
Se me dijo que eso se relacionaba con el Apocalipsis de san Juan, sobre
el
cual diversas personas en la iglesia deben recibir luces y esta luz
caerá
toda ella sobre la Iglesia. (AA.II.202)
LA VUELTA A LA UNIDAD
CRISTIANA
El Papa no estaba en la Iglesia. Estaba oculto. (AA.II.493)
Creo que aquellos que estaban en la iglesia no sabían donde
estaba.
No se si él rezaba o estaba muerto. Pero vi que todos los
asistentes,
sacerdotes y laicos, debían poner la mano sobre un cierto pasaje
del
libro de los Evangelios y que sobre muchos de ellos descendía,
como
un signo particular, una luz que era transmitida por los santos
apóstoles
y los santos obispos. Vi también que varios de ellos no
hacían
esto más que por la forma. (AA.II.493)
Vi muchos antiguos dignatarios eclesiásticos que,
habiéndose
puesto al servicio de los malos obispos, habían dejado en el
olvido
los intereses de la Iglesia, arrastrarse en muletas, como cojos y
paralíticos;
fueron llevados por dos conductores y recibieron su perdón.
(AA.II.492)
Fuera, alrededor de la iglesia, vi llegar muchos judíos que
querían
entrar, pero que no lo podían hacer todavía. (AA.II.493)
Al final, aquellos que no habían entrado al comienzo llegaron,
formando
una multitud innumerable: pero vi entonces el libro cerrarse de golpe,
como
bajo el impulso de un poder sobrenatural.
Al fondo en lontananza, vi un sangriento y terrible combate y vi
especialmente
una inmensa batalla del lado norte y por el poniente.
Fue una gran visión muy impactante. Siento mucho haber olvidado
el
lugar del libro sobre el cual se debía poner el dedo. (AA.II.493)
Conocí, por una visión, que hacia el fin del mundo, una
batalla
será librada contra el Anticristo, en la planicie de Mageddo.
(EE.I.234)
EL TIEMPO DE PAZ
Ese día Ana Catalina tuvo una larga conversación con dos
de
sus visitantes celestes, san Francisco de Sales y San Francisco de
Chantal:
Ellos decían que la época actual era muy triste, pero que
tras
muchas tribulaciones, vendría un tiempo de paz en el que la
religión
retomaría su imperio y en el que habría entre los hombres
mucha
cordialidad y caridad, y que entonces muchos conventos
reflorecerían
en el verdadero sentido de la palabra. Vi también una imagen de
este
tiempo lejano que no puedo describir, pero vi sobre toda la tierra
retirarse
la noche y el amor extender una nueva vida. Tuve en esta ocasión
visiones
de toda especie sobre el renacimiento de las ordenes religiosas.
(AA.II.440)
El tiempo del Anticristo, no está tan próximo como
algunos
piensan. Habrá todavía precursores. He visto en dos
ciudades
a doctores, de la escuela de los cuales podrían salir estos
precursores.
(AA.II.441)
EL NUEVO PENTECOSTÉS
He visto Pentecostés, en tanto que fiesta en la Iglesia, la
comunicación
del Espíritu Santo, a través del mundo entero, me ha sido
mostrada
en diversas escenas, tal y como me ha ocurrido a menudo. He visto
también
a los doce nuevos apóstoles y su relación con la
Iglesia..
He visto todavía una iglesia espiritual formarse con muchas
parroquias
reunidas y estas recibir el Espíritu Santo. Era un nuevo
despertar
de la Iglesia católica. He visto un gran número de
personas
recibir el Espíritu Santo. (AA.III.144
LA IGLESIA ESPIRITUAL
Tuve una visión del Espíritu Santo: era como una figura
alada,
en una superficie triangular, con una efusión de luz de siete
colores.
Vi como esta luz se extendió sobre la Iglesia espiritual
flotando
en el aire, y sobre aquellos que se encontraban en relación con
ella.
(AA.III.144)
Un incendio estallará en la Iglesia, amenazándola de una
ruina total. (AA.II.244)
Este incendio, cuyo aspecto era espantoso, indicaba en primer lugar un
gran
peligro; en segundo lugar, un nuevo esplendor en la Iglesia, tras la
tempestad.
(AA.II.244)
Vi sobre toda la tierra una gran cantidad de efusiones del
Espíritu:
algunas veces era como un relámpago que descendía sobre
una
iglesia; yo veía a los fieles en la iglesia, y entre ellos a
aquellos
que habían recibido la gracia: o bien los veían
aisladamente
en sus moradas o en las iglesias en las que llegaba la luz y la fuerza.
Esto
me causó una gran alegría y me dio confianza, de que en
medio
de las tribulaciones siempre crecientes, la Iglesia no
sucumbirá,
puesto que he visto en todos los países del mundo al
Espíritu
Santo suscitar instrumentos. Si, he sentido que la opresión
exterior
que le hacen sufrir los poderes de este mundo prepara a la Iglesia
mejor
a recibir una fuerza interior.
Vi en la iglesia de San Pedro, en Roma, una gran fiesta con muchas
luces
y vi que el Santo Padre, así como muchos otros, fue fortificado
en
el Espíritu Santo. (AA.II.429)
Vi también, en diversos lugares del mundo, la luz descender
sobre
los doce hombres que veo a menudo como doce nuevos apóstoles o
profetas
de la Iglesia. (AA.II.429)
LOS DOCE APÓSTOLES
FUTUROS
Del lado oriental de esta iglesia avanzó con un esplendor
infinito
una figura sacerdotal: era como si fuera el Señor. Pronto se
mostraron
alrededor de el doce hombres luminosos y alrededor de estos muchos
más
todavía. Entonces salió de la boca del Señor un
pequeño
cuerpo luminoso que, habiendo salido, se hizo cada vez más
grande
y con una forma más definida, después,
repitiéndose
de nuevo, entró como una figura de niño resplandeciente
en
la boca de los doce que rodeaban al Señor, después en la
de
los demás. No era la escena histórica del Señor
haciendo
la cena con los discípulos, tal como la vi el jueves santo, sin
embargo
lo que vi me la recordó. Aquí todos eran luminosos e
irradiantes,
era un oficio divino, era como una solemnidad eclesiástica.
Vi la fiesta eclesiástica llegar a su fin y eso fue par mi como
si
hubiera visto allí a esos hombres que iban a despertar y animar
de
un fervor nuevo el sentimiento adormecido del admirable misterio de la
presencia
de Dios multiplicándose sobre la tierra. (AA.II.425)
Los sacerdotes estaban sumidos en un profundo sueño y lo que
hacían
me parecía semejante a telas de araña. Por varios lados
la
malicia, la astucia y la violencia tomaban tal crecimiento que se
traicionaban
a si mismas. Vi a algunas personas perder sus lugares que eran tomados
por
otros, y todo un encadenamiento de infamias descendiendo de arriba
hacia
abajo hacia el mundo.
Entonces vi a un grupo de hombres que avanzaban por una gran pradera
que
veía a cierta distancia. Uno de ellos se elevaba por encima de
todos
los demás. Eran una centena al menos. Me preguntaba si
sería
el lugar donde el Señor dio de comer a siete mil hombres.
El Señor vino a mi encuentro con todos sus discípulos y
eligió
doce de entre ellos. Vi como ponía los ojos en uno y en otro.
Los
reconocí a todos: los viejos llenos de simplicidad y los
jóvenes
robustos con tez curtida. Vi también como Él les enviaba
a
lo lejos en todas direcciones, y los seguía con la mirada en sus
caminatas
lejanas entre las naciones. Y como yo me decía:
«¡ay!
¿qué puede hacer un tan pequeño número de
hombres
entre las multitudes innumerables?» el Señor me dijo
aproximadamente:
«Su voz se hace oír a lo lejos por todos los lados.
Así,
ahora todavía, varios son enviados; cualesquiera que sean,
hombres
y mujeres, pueden lo mismo. Mira la salvación que esos doce han
aportado;
los que envío a tu época la aportan también,
aunque
permanezcan oscuros y despreciados. (AA.II.128)
Ella vio a los doce apóstoles futuros, cada uno en su lugar.
(AA.II.422)
Vi la Iglesia de San Pedro que un hombre pequeño llevaba sobre
sus
hombros; tenía algo de judío en los trazos del rostro. El
asunto
parecía muy peligroso. María estaba de pié sobre
la
iglesia en el lado norte y extendía su manto para protegerla.
(AA.III.124)
Ese hombrecito parecía sucumbir. Parecía ser
todavía laico y yo lo conocía.
Los doce hombres que veo siempre como nuevos apóstoles
debían
ayudarle a llevar su carga: pero ellos venían demasiado
lentamente.
Parecía que él caería bajo el peso de la carga,
entonces,
finalmente, llegaron todos ellos, se pusieron debajo y numerosos
ángeles
vinieron en su ayuda. Eran solamente los cimientos y la parte posterior
de
la iglesia (el coro y el altar), todo el resto había sido
demolido
por la secta y por los servidores de la iglesia mismos. (AA.III.124)
Vi muchas abominaciones con gran detalle; reconocí a Roma y vi a
la
Iglesia oprimida y su decadencia en el interior y en el exterior.
Durante ese tiempo, vi todavía en medio de los desastres a los
doce
hombres de lo que ya he hablado, dispersos en diversos lugares sin
saber
nada los unos de los otros, recibir rayos del agua viva. Vi que todos
hacían
el mismo trabajo de diversos lados; que ellos no sabían de donde
se
les encomendaba ese trabajo y que cuando una cosa se había
hecho,
otra se les daba para hacer. Siempre eran doce de los cuales ninguno
tenía
más de cuarenta años.
No había nada de particular en su vestimenta, pero cada uno
estaba
vestido a la manera de su país y siguiendo la moda actual: vi
que
todos recibían de Dios lo que se había perdido y que
ellos
operaban el bien por todos los lados; eran todos católicos.
(AA.III.159)
Vi también en los tenebrosos destructores a falsos profetas y a
personas
que trabajaban contra los escritos de los doce nuevos apóstoles.
Vi
también una centena de mujeres sentadas con en estado de
maravillamiento
y cerca de ellas hombres que las magnetizaban; las vi profetizar.
(AA.III.160)
LOS QUE REHUSAN EL
ADVENIMIENTO
¡El tiempo del martirio de los santo Inocentes está
próximo! (AA.III.227)
Un día en la Casa nupcial, Ana Catalina vio un belén...
«con
imágenes de santos Inocentes y la escena del castigo infligido a
Herodes
por haber querido suprimir el advenimiento del Salvador. Conocí
que
esta imágenes se aplicaban al tiempo presente, sobre todo como
se
relacionaban con aquellos que quieren quitar del mundo y destruir la
gracia
renovada de este advenimiento. (AA.III.476)
Vi, próxima a ser realizada la plegaria «VENGA A NOSOTROS
TU REINO». (AA.II.209)
VISIÓN DE LA
ISLA DE LAS PROFECÍAS
Algunas semanas antes de la Navidad de 1819, Ana Catharina fue
conducida
por el ángel, su guía, como cada año, sobre el
alto-lugar
que ella llamaba «La Montaña de los Profetas»
situada,
según nos dice ella, encima de la cima más elevada y
completamente
inaccesible de una montaña del Tíbet.
Aquí está el relato casi entero de las impresiones que
contó
de su extraordinario viaje. Fue anotado por Brentano los días 9
y
10 de Diciembre de 1819. No fue más que algunos días
más
tarde, parece ser, cuando Ana Catharina comprendió todo el
asunto.
Ella lo describe aquí sin comentarios según su costumbre:
Esta noche he recorrido en diversas direcciones la Tierra prometida,
tal
como era en tiempos de Nuestro Señor... Vi varias escenas y fui
rápidamente
de lugar en lugar. Partiendo de Jerusalén, avancé muy
lejos
hacia Oriente. Pasé varias veces cerca de grandes cantidades de
agua
y por encima de las montañas que habían franqueado los
magos
de oriente para venir a Belén. Atravesé también
países
muy poblados, pero no tocaba los lugares habitados: la mayor parte del
tiempo
pasaba por desiertos. Llegue a continuación a una región
en
la que hacía mucho frío y fui conducida cada vez
más
alto hasta un punto extremadamente elevado; a lo largo de las
montañas,
desde el poniente al levante, se dirigía una gran ruta sobre la
cual
vi pasar grupos de hombres. Había una raza de pequeña
talla,
pero muy viva en sus movimientos, llevaban con ellos pequeños
estandartes,
los de la otra raza eran de una talla alta, no eran cristianos. Esta
ruta
iba descendiendo; mi camino me conducía hacia arriba a una
región
de una belleza increíble. Allí hacía calor y todo
era
verde y fértil, había flores maravillosamente bellas,
bellos
bosquecillos y bellos bosques; una cantidad de animales jugueteaban por
alrededor,
no parecían peligrosos.
Esta tierra no estaba habitada por ninguna criatura humana y nunca
ningún
hombre venía por aquí; porque de la gran ruta no se
veían
más que nubes.
Vi grupos de animales semejantes a pequeños corzos con las patas
muy
finas; no tenían cuernos, su piel era de un marrón claro
con
manchas negras. Vi también un animal rechoncho de color negro
semejante
a un cerdo, y después animales como machos cabríos de
gran
tamaño, pero más parecidos a corzos; eran muy familiares,
muy
ligeros a la carrera: tenían unos bellos ojos muy brillantes: vi
a
otros semejantes a corderos; eran muy gruesos, tenían como una
peluca
de lana y colas muy gruesas: otros parecían pequeños
asnos,
pero moteados; grandes aves con largas patas que corrían muy
rápido,
otros semejantes a pollos agradablemente adornados y finalmente una
cantidad
de bonitos pájaros muy pequeños y de colores variados.
Todos
estos animales jugaban libremente, como si ignoraran la existencia de
los
hombres.
De este lugar paradisíaco, subí más arriba y era
como
si fuera conducida a través de las nubes. Llegué
así
a la cumbre de esa alta región de montañas donde vi
muchas
cosas maravillosas. En lo alto de la montaña había una
gran
planicie y en esta planicie un lago; en el lago una isla verdeante.
Esta
isla estaba rodeada de grandes arboles semejantes a cedros. Fui elevada
a
la cumbre de uno de esos árboles y agarrándome
fuertemente
a las ramas, vi desde lo alto toda la isla.
(...)
Cuando desde lo alto de mi árbol, pasaba la mirada sobre la
isla,
podía ver en su otro extremo el agua del lago, pero no la
montaña.
Esta agua estaba viva y de una limpidez extraordinaria: el agua
atravesaba
la isla por diferentes afluentes y se derramaba bajo tierra a
través
de varios arroyos más o menos grandes.
Frente a la estrecha lengua de tierra, en la verde planicie, se elevaba
una
gran tienda extendiéndose a lo ancho, que parecía estar
hecha
de tejido gris; estaba decorada en el interior, en la parte de
atrás,
con largos paneles de tejidos de diversos colores y cubierta con toda
especie
de figuras pintadas o bordadas. Alrededor de la mesa que se encontraba
en
medio, había asientos de piedra sin respaldos y con forma de
cojines:
estaban recubiertos de un verdor siempre fresco.
En el asiento de honor situado en medio, tras la mesa de piedra que era
baja
y de forma oval, un hombre rodeado de una aureola como la de los santos
estaba
sentado con las piernas cruzadas, a la manera oriental y
escribía
con una pluma de caña sobre un gran libro. La pluma era como una
pequeña
rama. A la derecha y a la izquierda se veían varios grandes
libros
y pergaminos enrollados en varas de madera con bolas en sus extremos; y
cerca
de la tienda había en la tierra un agujero que parecía
estar
revestido de ladrillos y donde ardía un fuego cuya llama no
sobrepasaba
el borde. Todo el lugar alrededor era como una bella isla verde rodeada
de
nubes. El cielo por encima de mi cabeza era de una serenidad
inexpresable.
No vi del sol más que un semicírculo de rayos brillando
tras
las nubes. Este semicírculo pertenecía a un disco que
parecía
mucho más grande que en nuestro mundo.
El aspecto general tenía algo de inexpresablemente santo.
Era una soledad, pero llena de encanto. Cuando tenía ese
espectáculo
bajo mis ojos, me pareció saber y comprender lo que era y lo que
significaba
todo ello, pero sentí que no podía llevar conmigo y
conservar
este conocimiento. Mi conductor había estado a mi lado hasta ese
momento
pero, cerca de la tienda, se hizo invisible para mí.
Como yo consideraba todo esto, me dije: «¿Qué tengo
que
hacer yo aquí, y por que es necesario que una pobre criatura
como
yo vea todas estas cosas?». Entonces la figura me dijo desde
dentro
de la tienda: «Es porque tu tienes una parte de todo esto».
Esto
redoblo entonces mi asombro y descendí o volé hacia esa
figura,
en la tienda, donde estaba sentada, vestida como lo están los
espíritus
que veo: la figura tenía en su exterior y en su apariencia algo
que
recordaba a San Juan Bautista o a Elías.
Los libros y los volúmenes numerosos que estaban por el suelo
alrededor
de esa figura, eran muy antiguos y muy preciosos. En algunos de estos
libros
había ornamentos y figuras de metal en relieve, por ejemplo un
hombre
sosteniendo un libro en la mano. La figura me dijo, o me hizo conocer
de
otra manera, que estos libros contenían todo lo que había
de
más santo de lo que venía de los hombres; ella examinaba,
comparaba
todo y desechaba lo que era falso en el fuego encendido cerca de la
tienda.
El me dijo que estaba allí para que nadie pudiera llegar a ello:
estaba
encargado de vigilar sobre todo eso y guardarlo hasta que el tiempo
llegara
de hacer uso de ello. Este tiempo había podido llegar en ciertas
ocasiones;
pero había siempre grandes obstáculos. Yo le pedí
si
él no tenía el sentimiento de la espera tan larga que se
le
había impuesto. Me respondió: «En Dios no hay
tiempo».
Me dijo también que debería ver todo, me condujo fuera de
la
tienda y me mostró el país que la rodeaba.
La tienda tenía aproximadamente la altura de dos hombres: era
larga
como de aquí a la iglesia de la ciudad: su anchura era de
aproximadamente
la mitad de su altura. Tenía en la cumbre una especia de nudo
por
el cual la tienda estaba como suspendida a un hilo que subía y
se
perdía en el aire, de manera que yo no podía comprender
donde
estaba atado. En los cuatro ángulos habían columnas que
no
se podían abarcar con las dos manos. La tienda estaba abierta
por
delante y en los lados. En medio de la mesa estaba depositado un libro
de
una dimensión extraordinaria que se podía abrir y cerrar:
parecía
que estaba sujeto sobre la mesa. El hombre miraba en ese libro para
verificar
la exactitud. Me pareció que había una puerta bajo la
mesa
y que un gran santo tesoro, una cosa santa estaba conservada
allí.
(...)
El me mostró entonces los alrededores y entonces hice, a lo
largo
del río exterior, la vuelta al lago cuya superficie estaba
perfectamente
nivelada con la isla. Esta agua que yo sentía correr bajo mis
pies
se diversificaba bajo la montaña por muchos canales y
salía
a la luz muy por debajo, bajo forma de fuentes grandes y
pequeñas.
Me parecía que toda esta parte del mundo recibía de
ahí,
salud y bendición: en lo alto, no se desbordaba por
ningún
lugar. Descendiendo por el levante y por el mediodía, todo era
verde
y cubierto de bellas flores; en el poniente y al norte, había
también
verdor, pero no flores.
Llegando al extremo del lago, atravesé el agua sin puente y
pasé
a la isla que recorrí circulando en medio de torres. Todo el
suelo
parecía ser una cama de espuma muy espesa y fuerte; se
diría
que todo era hueco por debajo: las torres salían de la espuma
como
un crecimiento natural...
Tuve el sentimiento de que en las torres se conservaban los más
grandes
tesoros de la humanidad: me parecía que allí reposaban
cuerpos
santos. Entre algunas de esas torres vi un carro muy extraño con
cuatro
ruedas bajas: cuatro personas podían sentarse bien; había
dos
bancos y mas adelante un pequeño asiento. Este carro, como todo
el
resto aquí, estaba totalmente revestido de una vegetación
verde
o bien de una herrumbre verde. No tenía timón y estaba
adornado
de figuras esculpidas, si bien que a primera vista creí que
había
en el personas sentadas. Las ruedas eran gruesas como las de los carros
romanos.
Este me pareció bastante ligero para poder ser tirado por
hombres.
Yo miraba todo muy atentamente, porque el hombre me había dicho:
«Tu
tienes aquí tu parte y puedes enseguida tomar posesión de
él».
Yo no podía de ninguna manera comprender que especia de parte
podía
tener ahí. ¿Qué tengo que hacer –me preguntaba–
con
este singular carro, estas torres y estos libros? Pero tenía una
viva
impresión de la santidad del lugar. Era para mi como si, con
esta
agua, la salvación de varias épocas hubiera descendido a
los
valles y como si los hombres mismos hubieran venido a estas
montañas
de donde ellos habían descendido para hundirse cada vez
más
profundamente. Yo tenía también el sentimiento de que
celestiales
presentes eran ahí conservados, guardados, purificados,
preparados
de antemano para los hombres. Tuve de todo ello una percepción
muy
clara: pero me parecía que no podía llevar conmigo esta
claridad:
conservaba solamente la impresión general.
Cuando entré en la tienda, el hombre me dijo todavía una
vez
lo mismo: «Tú tienes una parte en todo esto y tú
puedes enseguida
tomar
posesión de ello». Y como yo le mostraba mi ineptitud,
él
me dijo con una tranquilidad llena de confianza: «Volverás
pronto
hacia mí». El no salió de la tienda mientras yo
estuve
allí,
pero daba vueltas continuamente alrededor de la mesa y de los libros.
En la tienda, tuve la impresión de que un cuerpo santo estaba
allí
enterrado: me parecía que había allí debajo un
subterráneo
y que un olor suave exhalaba de una tumba sagrada. Tuve la
sensación
de que el hombre no estaba siempre en la tienda cerca de los libros. El
me
había acogido y me había hablado como si me hubiera
conocido
de toda la vida y supiera que yo iba a llegar a ese lugar: me dijo con
la
misma seguridad que yo volvería y me mostró un camino
descendente;
yo iba en dirección del mediodía, pasaba de nuevo por la
parte
escarpada de la montaña, después a través de las
nubes
y descendí a la risueña tierra donde había tantos
animales.
Vi muchas pequeñas fuentes surgir de la montaña,
precipitarse
en cascadas y correr hacia abajo: vi también pájaros,
más
grandes que una oca, aproximadamente del color de la perdiz, con tres
uñas
delante y una detrás, con una cola un poco baja y un largo
cuello,
después otros pájaros de plumaje azulado, semejantes al
avestruz
pero más pequeño: vi finalmente todos los demás
animales.
En este viaje, vi de nuevo muchas cosas y más seres humanos que
en
los primeros viajes. Atravesé una vez un pequeño
río
que, como lo he sabido interiormente, surgía del lago de arriba:
mas
tarde, seguí sus orillas y después lo perdí de
vista.
Llegue entonces a un lugar donde pobres gentes de colores diversos
vivían
en chabolas. Me pareció que eran cristianos cautivos. Vi venir
hacia
ellos a otros hombres de tez morena con telas blancas alrededor de la
cabeza.
Les llevaban alimentos en cestas trenzadas: hacían esto
extendiendo
el brazo hacia delante como si tuvieran miedo, después se iban,
con
aspecto asustado, como si hubieran sido expuestos a algún
peligro.
Estas personas vivían en una ciudad en ruinas y habitaban
cabañas
de construcción ligera. Vi también agua donde
crecían
rosales de una densidad y una fuerza completamente extraordinarios.
Volví a continuación cerca del río: en este lugar,
el
río era muy ancho, lleno de escollos, de islotes de arena y de
bellos
macizos de verdor entre los cuales zigzagueaba. Era el mismo curso de
agua
que venía de la alta montaña y que yo había
atravesado
más arriba, cuando era todavía pequeño: una gran
cantidad
de personas con tez morena, hombres, mujeres y niños, vestidos
de
diferentes maneras, estaban ocupados en las rocas y los islotes, en
beber
y lavarse. Tenían el aspecto de haber venido de lejos.
Había
en su manera de ser algo que me recordó lo que yo había
visto
en los bordes del Jordán en la Tierra santa. Se encontraba
allí
también un hombre de gran talla que parecía ser su
sacerdote.
Llenaban con agua las vasijas que llevaban. Vi además muchas
otras
cosas: no estaba lejos del país donde estuvo san Francisco
Javier:
yo atravesaba el mar pasando por encima de islas innumerables.
El 22 de diciembre, Ana Catalina dijo al Peregrino:
Ya se porque fui a la montaña: mi libro se encuentra entre los
escritos
que están sobre la mesa, se me dará para que lea las
cinco
ultimas hojas. El hombre sentado ante la mesa volverá en su
tiempo.
Su carro permanece allí como recuerdo eterno. Es sobre este
carro
que el subió a esta altura y los hombres, con gran
extrañeza,
le verán descender sobre este carro.
Es ahí, en esta montaña, la más elevada del mundo
y
donde nadie puede llegar, que se ha puesto a buen recaudo, cuando la
corrupción
se acrecienta entre los hombres, los tesoros y los misterios sagrados.
El
lago, la isla, las torres no existen más que para que estos
tesoros
sean conservados y garantizados de todo ataque. Es por la virtud del
agua
que hay en esta cumbre que todas las cosas son refrescadas y renovadas.
El
río que desciende de allí y cuya agua es objeto de una
tan
gran veneración para los hombres que he visto, tiene realmente
una
virtud y los fortifica: es por eso que ellos la estiman más que
sus
vinos. Todos los hombres, todos los bienes han descendido de esta
altura
y todo lo que debía ser garantizado de la devastación ha
sido
allí preservado.
El hombre que está sobre la montaña me ha conocido:
porque
yo tengo allí mi parte. Nosotros nos conocemos todos, nos
sostenemos
todos los unos a los otros. No puedo expresarlo bien; pero somos como
una
simiente repartida en el mundo entero.
El paraíso no está lejos de aquí. He visto ya
anteriormente
como Elías vive siempre en un jardín ante el
paraíso.
El 26 de diciembre:
He visto de nuevo la montaña de los profetas. El hombre que
está
en la tienda presentaba a una figura que venía del cielo y
planeaba
por encima de él, hojas y libros y recibía otros en su
lugar.
Este espíritu tenía un exterior diferente del primero.
Este
que flotaba en el aire me recordó vivamente a San Juan. Era
más
ágil, más rápido, más amable, más
delicado
que el hombre de la tienda, el cual tenía algo de más
enérgico,
de más severo, de más estricto, de más inflexible.
El
segundo se relacionaba a él como el Nuevo Testamento al Antiguo,
es
por eso que yo le llamaría gustosamente Juan y llamaría
al
otro Elías. Era como si Elías presentase a Juan
revelaciones
que ya se habían cumplido y recibiera otras nuevas.
Allí encima vi de repente, saliendo de la nube blanca, una
fuente
semejante a un surtidor de agua elevarse perpendicularmente bajo la
forma
de un rayo de apariencia cristalina que, en su extremidad superior, se
dividía
en rayos y en gotas innumerables; las cuales volvían a caer,
formando
inmensas cascadas, hasta los lugares más alejados de la tierra:
y
vi hombres iluminados por esos rayos en las casas, en las
cabañas,
en las ciudades de diversas partes del mundo.
El 27 de diciembre, fiesta de San Juan Evangelista, vio a la Iglesia de
Roma
brillante como un sol. Habló de los rayos que se
repartían
sobre el mundo entero:
Se me dijo que eso se relacionaba con el Apocalipsis de San Juan, sobre
el
cual diversas personas en la Iglesia deben recibir luces y esta luz
caerá
toda entera sobre la Iglesia. He visto una visión muy distinta
en
torno a este tema, pero no puedo reproducirla bien.
Vi la Iglesia de Pedro y una enorme cantidad de hombres que trabajaban
para
destruirla, pero vi allí también a otros que
hacían
reparaciones (...) Vi de nuevo a la Iglesia de Pedro con su alta
cúpula.
San Miguel estaba en la cumbre brillante de luz, llevando una
vestimenta
roja de sangre y manteniendo en la mano un estandarte de guerra. En la
tierra,
había un gran combate.
¡Lo que vi era inconmensurable, indescriptible... vi
también
de repente como si la montaña de los profetas fuera empujada
hacia
la cruz y acercada a ella; sin embargo, la montaña tenía
sus
raíces sobre la tierra y permanecía unida a ella.
Tenía
el mismo aspecto que cuando la primera visión, y más
arriba,
tras de ella, vi maravillosos jardines completamente luminosos en los
cuales
percibí animales y plantas brillantes; tuve el sentimiento de
que
era el Paraíso...
Mientras el combate tenía lugar sobre la tierra, la Iglesia y el
ángel,
que desapareció pronto, se habían vuelto blancos y
luminosos.
La cruz también se desvaneció y en su lugar se
mantenía
de pié sobre la Iglesia una gran mujer brillante de luz que
extendía
hasta lejos y por encima de ella su manto de oro irradiante. En la
Iglesia
se vio operar una reconciliación acompañada de
testimonios
de humildad. Vi a los obispos y pastores aproximarse unos a otros y
cambiar
sus libros: las sextas reconocían a la Iglesia, a su maravillosa
victoria
y a las claridades de la revelación que ellas habían
visto
con sus ojos irradiar sobre ella. Estas claridades venían de los
rayos
del surtidor que san Juan había hecho brotar del lago de la
montaña
de los profetas. Cuando vi esta reunión, sentí una
profunda
impresión de la proximidad del reino de Dios. Sentí un
esplendor
y una vida superior manifestarse en toda la naturaleza y una santa
emoción
embargar a todos los hombres, como en los tiempos cuando el nacimiento
del
Señor estaba próximo y sentí de tal manera la
cercanía
del reino de Dios que me sentí forzada a correr a su encuentro y
a
dar gritos de alegría.
Tuve el sentimiento del advenimiento de María en sus primeros
ancestros.
Vi su estirpe ennoblecerse a medida de que ella se aproximaba al punto
en
el que se produciría esta flor. Vi llegar a María,
¿cómo
fue? Yo no se expresarlo; es de la misma manera que tengo el
presentimiento
de un acercamiento del reino de Dios. Yo lo he visto aproximarse,
atraído
por el ardiente deseo de muchos cristianos, llenos de humildad, de amor
y
de fe; era el deseo que le atraía.
Vi una gran fiesta en la Iglesia que, tras la victoria conseguida,
irradiaba
como el sol. Vi un nuevo papa austero y muy enérgico. Vi, antes
del
comienzo de la fiesta, muchos obispos y pastores expulsados por
él,
a causa de su maldad. Vi a los santos apóstoles tomar una parte
muy
especial en la celebración de esta fiesta en la Iglesia. Vi
entonces
muy cerca de su realización la plegaria: «Venga a nosotros
tu
reino». Me parecía ver jardines celestes, brillantes de
luz,
descender de arriba, reunirse en la tierra, en lugares donde el fuego
estaba
encendido, y bañar todo lo que está por debajo en una luz
primordial.
(...)
Lo mismo que en la estirpe de David, la promesa fue preservada hasta su
cumplimiento
en María en la plenitud de los tiempos; lo mismo que esa estirpe
fue
cuidada, protegida, purificada hasta el momento en el que ella produjo
en
la Santa Virgen la luz del mundo, de la misma manera, este santo de la
montaña
de los profetas purifica y conserva todos los tesoros de la
creación
y de la promesa, así como el significado y la esencia de toda
palabra
y de toda criatura hasta que los tiempos se cumplan. El rechaza y borra
todo
lo que es falso y malo; entonces es una corriente tan pura como cuando
sale
del seno de Dios, y es así como fluye hoy en la naturaleza
entera.
NOTAS AL PIE
AA.- Vie d'Anne-Catherine Emerich (3 volúmenes), por el Padre K.
E.
Schmoeger. Tequi, editor, 1950.
BB.- Vie de N. S. Jésus-Christ (6 volúmenes),
según las
Visiones
de Anne-Catherine Emerich, recogidas por Clement Brentano. H.
Casterman,
editor, 1862.
CC.- Vie de la Sainte-Vierge (1 volumen) Tequi editor
DD.- La Douloureuse Passion de N. S. Jésus-Chris (1 volumen) H.
Casterman, editor, 1865)
EE.- Visions de'Anne-Catherine Emerich (3 volúmenes). Tequi
editor,
1965.
Si
le ha parecido interesante este trabajo recopilatorio de los libros de
Ana Catalina
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publicación en este Dominio Web de las
Visiones de la vida pública
de Jesús
Bautismo en el Río Jordán
Visiones del Antiguo Testamento
Incluyendo la Creación de los Ángeles
dadas
a la Beata Ana Catalina Emerich
Esté
atento a las actualizaciones de estas páginas en los
próximos meses
Iremos
introduciendo los textos a medida que vayamos
recopilándolos
Gracias por su
generosidad. Dios le bendiga.