SUPERSTICIÓN






INTRODUCCIÓN
LOS "SANTOS AMULETOS"

CURANDEROS Y HECHICEROS
ADIVINACIÓN Y MAGIA
LOS HORÓSCOPOS
ESPIRITISMO
LA SUERTE


Horoscopo



INTRODUCCIÓN



Estamos viviendo una época en la que el católico que no está bien formado espiritualmente, que por lo visto son la mayoría, se pierde en bulos e historietas sobre lo que es pecado y "ya no lo es". Abunda el creyente que confuso, se deja arrastrar por las costumbres paganas y aquel que aún sintiéndose muy católico, piensa eqivocadamente que el término justo es "ser católico, pero no demasiado". Es decir, uno tiene que ser "bueno pero no un santo", porque parece ser que ese término está reservado para unos pocos privilegiados y en general suele llegar a significar ser "tonto" o "más papista que el papa".

Entre las muchas confusiones que se intercalan en nuestras creencias, están las supersticiones. He observado que aún entre los creyentes que acuden a Misa los domingos y fiestas de guardar, acuden también algún que otro fin de semana a una echadora de cartas, o por ejemplo siguen las "previsiones" del horóscopo en los diarios y revistas o programas televisivos que van proliferando y que para mi asombro y el de muchos otros, de pronto sacan a colación la imagen de un santo recomendándolo como un poderoso amuleto de la suerte o aún peor, una Virgencita o un crucifijo...

Es muy triste que estas cosas ocurran diariamente y aún más triste que las haga un católico, pues a quién más se le dio, más se le va a pedir. Sin ir más lejos, montones de mensajes se suceden en cadena a través de internet, augurando buena suerte a aquellos que lo reenvíen a X número de personas o que de no hacerlo, la desgracia se abalanzará sobre sus vidas y muchos de ellos pertenecen a listas y foros de creyentes o son enviados por uno que se dice católico. Si uno se siente débil en su Fe, piensa lo que en mi tierra en un lenguaje popular: "eu non creo nas meigas, pero habelas ainas" y reenvía el mensaje "por si acaso".

Son mensajes que integran oraciones a Nuestra Señora, un Padrenuestro o simplemente ruega oración por un enfermo, casi siempre un niño con una gravedad terminal y urgente de "resolver", que encima suele ser mentira, lo cual se llama "hoax" . Dando a la oración un penoso sentido mágico. Y por ende, a Dios: un mago.

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LOS "SANTOS AMULETOS"

Desde niña he visto miles de ejemplos para no parar de contar. Ahora es ya tanto lo que se ha extendido, que uno no sabría por dónde empezar. Nuestros queridos santos, gloriosos en la Presencia Divina, han vivido en esta tierra una existencia virtuosa hasta la heroicidad, tal es así que Dios mismo ha confirmado su satisfacción a tan vida ejemplar entregándoles dones inestimables y sobrenaturales, tanto en esta vida como en la venidera, cuando ya alcanzaron la gloria.

Es entonces cuando les es concedido interceder en nuestro favor con una serie de milagros. Y todos sabemos que un milagro no es algo corriente que Dios regala al azar. Los milagros son la firma divina e inconfundible del Señor: hechos que humanamente son inexplicables. Estas intercesiones milagrosas de los santos confirman el deseo expreso de Dios y para su gloria, de ensalzarle por cuanto se ha humillado en vida y que la Iglesia, en su Nombre, interpreta obediente a la inspiración bajo el Espíritu Santo, con un acto público y solemne, que es la canonización, para ejemplo de los demás fieles que nos debemos a la imitación de sus virtudes, encomiables a los Ojos de Dios.


Los santos gozan de asombrosos privilegios en la Gloria. Pero en la tierra algunos insisten en empequeñecerlos y abajarlos, reduciéndolos muchas veces a signos externos, sin vida propia; imágenes de piedra, semidioses o diosecillos como los que aborrecía el Señor en el Antiguo testamento denominándolos ídolos. Es muy corriente encontrar colgado del cuello de una persona que se dice creyente, la medallita de un tal santo y en la muñeca la típica pulserita de bolitas de colores, en la que cada color contiene sus "propiedades" particulares y "protege" contra diversos males. Una pata de conejo en el llavero, una miniatura de bruja en la solapa, o unas hojas de muérdago en la puerta de casa por Navidad! para que les protejan durante todo el año...

Existen diferentes pasajes de la Biblia donde se menciona el tema de las supersticiones y las prácticas de magia como abominaciones de Yahveh junto con la idolatría, de la cual penden estas costumbres y ritos. La Iglesia, por consiguiente, también lo condena expresamente en el Catecismo:

C-2111:
La superstición es la desviación del sentimiento religioso y las prácticas que impone. Puede afectar también al culto que damos al verdadero Dios, por ejemplo, cuando se atribuye una importancia, de algún modo, mágica a ciertas prácticas, por otra parte, legítimas o necesarias. Atribuir su eficacia a la sola materialidad de las oraciones o de los signos sacramentales, prescindiendo de las disposiciones interiores que exigen, es caer en la superstición. (Cf. Mateo 23,16-22)

Lo que hemos presenciado muchos, tanto en televisión como en la vida normal, entre personas de nuestro círculo de amistades e incluso familiares, no dista mucho de esta descripción que hace el catecismo de lo que supone una deformación de la religión. Todos conocemos a alguien que utiliza las reliquias de los santos, los sacramentales como el agua bendita o las estampas y medallas, como meros amuletos de la suerte, sin atender a que es Dios mismo quien, a través de ellas dona propiedades milagrosas en ciertas circunstancias, a quienes Él decide y por las causas que sólo Él conoce.

Así, no todos los que rezan aún fervientemente obtienen los favores divinos solicitados, como tampoco todos los enfermos que peregrinan al santuario de Nuestra Señora en Lourdes, se curan. Ella misma lo confirmó en Fátima: "unos serán curados, otros, no". Y tampoco depende exclusivamente, como algunos creen que es la clave, de nuestra fe personal, sino de la Voluntad Divina, pues de todos es sabido que algunos son curados milagrosamente aún sin haber acudido con mucha fe y a lo mejor, precisamente por eso.

Amparándose en las palabras de Jesús: "Creed en que lo que pedís se ha cumplido..."  y "si tuvierais fe como un grano de mostaza...", muchos piensan que a mayor cantidad de Fe, mayor es la garantía de milagro y así obtener de Dios cuanto pidan, como si de un sortilegio se tratara y de una respuesta automática de Dios que uno puede manejar a su antojo.

No se puede usar la Fe de manera infantil y cerrando los ojos pronunciar solemne "que aparezca aquí...", porque al abrir los ojos, uno perderá la fe, ya que no apareció aquello que pedimos a pesar de la mucha "energía mental" que se había puesto. Cuando Jesús hablaba de Fe, me temo que no se refería a la intensidad, sino más bien a la cantidad de humildad y a la calidad de amor al Padre: "Si quieres, puedes". Y no: "¡hazlo! porque sé que puedes."


El discernimiento pertenece a Dios Todopoderoso. El que uno tenga "buena suerte" en la vida o se solucionen sus problemas, no viene dado del cielo por nuestros méritos personales, sino por la Misericordia Divina. Ningún objeto, ni persona es tampoco por sí mismo poderoso, si Dios no decide antes intervenirlo con su Gracia Divina. Y no parece que una pulsera de bolitas de colores pueda ser uno de esos artilugios que el Señor escoja para entregarnos parabienes interiores o exteriores.

Es más propio del católico llevar consigo, besar o apretar contra sí un crucifijo, una estampa de un santo, o una medalla de Nuestra Madre, por el hermoso y simple hecho de que le amamos y recordamos constantemente, como lo hacemos, siendo menos trascendente, con una fotografía de nuestros parientes fallecidos o lejanos. Las muestras de afecto, además, no deben llegar a confundirse con la "necesidad" de sentirse "protegidos" contra no sé qué males y sortilegios. El afecto ha de ser puro, sin condicionamientos, así como amamos a nuestros seres queridos, así de puro como nos lo entrega el Señor: sin pedirnos nada a cambio, sólo amor. Ella, que es la Madre de Dios y Madre Nuestra, nos devolverá esas muestras de cariño con su afecto maternal, como sólo Ella puede hacerlo, con el poder que Dios mismo le otorga para nuestro auxilio en las necesidades.
Lo mismo para los santos o ángeles y antepasados que nos precedieron en el camino al cielo.


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CURANDEROS Y HECHICEROS

Esta es una casta aparte...

El don de la curación fue legada a los Apóstoles por el mismo Jesucristo, para proclamar su gloria y conseguir que muchos que no veían vieran, no con los ojos del cuerpo únicamente, sino más bien con los del alma y así ser salvos en el espíritu. De nada vale estar sanísimo de cuerpo, si el alma está enferma y es por eso que en Nombre de Jesús, las fuerzas físicas se enderezan, los males desaparecen y las enfermedades se convierten en salud. Pero no para seguir viviendo en las tinieblas, sino para que la Luz ilumine nuestras almas.

Hay que ver esos "consultorios" llenos de gente desesperada que es engañada impunemente. Cubiertas las paredes con enormes cuadros del Señor o de Nuestra Madre y las estanterías con cientos de imágenes de santos, murmuran oraciones como "fórmulas mágicas" para decir que curan. Luego se llevan a la víctima a un despacho y allí le convencen para pagar por una receta que será la solución de sus problemas. Algunos dicen que no cobran las consultas, pero que hay que pagar los "materiales"... hierbajos, patas de rana, lenguas de culebra o ungüentos con poderes mágicos a base de ajo y perejil, como si fuéramos una ensalada.

La ruindad de estas personas alcanza el máximo, cuando sabiendo que no es más que un timo, juegan con la ilusión y la salud de la pobre gente que acude a ellos como último recurso. Es bajo y vil engañar económicamente a cualquiera, mas mentirle y darle falsas esperanzas a un enfermo, es una gran canallada que tendrá su justo castigo si no se enmienda.

Los Apóstoles no recibían siquiera limosna por curar a los enfermos en Nombre de Jesucristo, aunque es de suponer que quienes quedaban agradecidos, les compensaran con bienes materiales, que por otra parte eran compartidos por toda la comunidad y repartidos entre los más necesitados. Sin embargo, los curanderos de mala fe, no solamente cobran abiertamente cantidades industriales de dinero y otros bienes que consiguen arrebatar, sino que además y lo que es peor, la mayoría utilizan el Nombre de Dios para sus bajos fines, pecando gravemente contra el segundo mandamiento.

Cualquiera habrá podido observar algunos de los estrambóticos métodos de curación en programas informativos. Curanderos que hunden las manos ensangrentadas en el vientre de un enfermo haciendo ver que la víscera animal que "extraen" es la suya. "Detectoras de enfermedades" que eructan al pasar sus manos por las partes enfermas de un cuerpo. Gañanes que beben orines cada mañana para recomendar mantenerse sanos. Y charlatanes hechiceros que con el "ula, ula" de pelos de cabra, o una gallina en la cabeza, dicen espantar los malos espíritus y curar enfermedades y otros males o hechizos en nombre de los extraterrestres del planeta "Raticulín"... que por lo visto están siendo enviados por Jesucristo... aunque sospecho que, con toda probabilidad no hablamos del mismo Jesucristo. No sé qué tal le parecerá esto a Él!

Ya se sabe que en todos los tiempos hubo perturbados mentales. Lo que no parece lógico es que encima tengan seguidores. Luego están los que sin sufrir ninguna deformación mental, con toda conciencia hacen de la curación un negocio malsano. Estos seguramente tendrán que dar cuentas mucho más que los anteriores que, como decía Nuestro Señor, no saben lo que hacen.
Peor aún son aquellos que usan de la magia negra o rituales satánicos. Con el fin de conseguir arrebatar almas al Señor, los diablos son capaces de usar incluso de algo veladamente bueno, como lo es la salud, para así, sembrando la confusión, las almas se confíen y terminen por abandonar el camino al cielo. Veamos qué claro lo dice el Catecismo de la Iglesia Católica.

C-2117:
Todas las prácticas de magia o hechicería mediante las que se pretende domesticar potencias ocultas para ponerlas a su servicio y obtener un poder sobrenatural sobre el prójimo -aunque sea para procurar la salud -, son gravemente contrarias a la virtud de la religión. Estas prácticas son más condenables aún cuando van acompañadas de una intención de dañar a otro, recurran o no a la intervención de los demonios. Llevar amuletos es también reprensible. El recurso a las medicinas llamadas tradicionales no legitima ni la invocación de las potencias malignas, ni la explotación de la credulidad del prójimo.

Cuando curar es bueno y alguien es adornado con ese don, usándolo para su gloria y beneficio del prójimo, enseguida se hace notar la presencia divina y sus virtudes crecen a la par que su humildad, disposición generosa y costumbres cristianas. Suelen ser personas desprendidas, equilibradas y dadas a la modestia. No usan rituales de ningún tipo, ni recetas milagrosas y cuando no pueden hacer nada, porque Dios no se lo concede, lo expresan sinceramente y sin esconderse. No se glorían de poseer poderes, sino que lo atribuyen todo a Dios y en Él esperan, siendo habitualmente personas de oración y profundos sentimientos religiosos que no demuestran con gestos grandilocuentes en público. Y no proclaman a los cuatro vientos los milagros que son capaces de conseguir de Dios. Así son los que curan en Nombre de Jesús.

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ADIVINACIÓN Y MAGIA

Está demás explicar la invasión de adivinadores de diversa índole que nos rodean de unos años para acá. Cualquier mentecato es alzado a un pódium, cuando se coloca el cartel de visionario o futurólogo con sayón dorado de estrellitas plateadas. Sacan su baraja de cartas pintarrajeadas de diferentes escenas, a veces bastante vulgares, groseras, horteras y hasta obscenas y sobre una mesa nos hacen creer que conocen nuestro porvenir según "se coloquen" las cartas, como si estas tuvieran vida propia e independiente del consultante y hasta del adivinador!

Nos auguran hechos, la mayor parte de las veces, puntuales, pero que generalmente le pueden suceder a cualquiera. Utilizan la psicología barata para definir nuestra personalidad y en base a esos rudimentarios datos, dan sus predicciones como lo podría hacer casi cualquiera con un poco de vista. La probabilidad de acierto es del cincuenta por ciento, es decir: o si, o no (o sí acierta, o no acierta). Por eso entre la mucha palabrería, es de suponer que algo siempre van a acertar y por supuesto siempre hay una respuesta ambigua cuando se equivocan.

Su aspecto solemne y sus rituales esperpénticos, sirven de gancho para dejarnos en un segundo plano y alzarse con el protagonismo, que a la par que el dinero de sus seguidores, es lo que buscan. Hábilmente los saquean hasta alcanzar a veces sumas increíbles, para conseguir de ellos al fin una "mágica receta" contra el mal de ojo o cualesquier otra treta que se inventan "padecemos". Esto depende mucho de la cara de incautos que nos vea el avispado personajillo. Abusan de la gente sencilla sin voluntad y decisión para abandonar estos engaños, de los cuales muchos se convierten en adictos y les crean dependencias psicológicas difíciles de restaurar. La avidez por conocer como va a resultar tal o cual negocio, este o aquel proyecto o algún que otro problema de salud, se va acentuando en la medida que un futurólogo acierte en sus augurios, de manera que se termina por atender solamente a sus aciertos y hacer oídos sordos a sus equivocaciones, llegando a disculparlos o culpándose uno mismo de no haberse "consultado en buena disposición".

Es evidente que existen personas que poseen el don de conocer hechos que todavía no ocurrieron; lo cual se denomina don de profecía, por supuesto donado por Nuestro Señor. Pero como sucede en todas las cosas, pueden usarlos para bien y gloria de Dios o para aprovecharse indignamente de las personas con deficiencias anímicas o inmadurez psico-afectiva que por lo general acuden a ellos.

El peligro de daño económico o moral es elevadísimo. Abundan por doquier los teléfonos de consulta, que para colmo, algunos no son más que contestadores programados, que auguran lo mismo a cientos de personas. Las llamadas a estos números de teléfono son de elevado coste y si uno es adicto, termina por arruinarse, como por desgracia ocurre también con los teléfonos de "líneas eróticas" que han venido arruinando a multitud de familias. Por eso ante estas prácticas, la mejor postura es "cuanto más lejos mejor". Ocurre como con las drogas, que uno empieza por probar, por juego, por curiosidad de descubrir sensaciones nuevas y termina arruinando su vida interior y exteriormente si no se poseen virtudes que lo superen desde un primer momento.

Sobre los adivinadores y magos, también la Biblia, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, se les menciona con desprecio. Por eso igualmente el Catecismo se pronuncia para advertirnos:

C-2115:
Dios puede revelar el porvenir a sus profetas o a otros santos. Sin embargo, la actitud cristiana justa, consiste en entregarse con confianza en las Manos de la Providencia en lo que se refiere al futuro en abandonar toda curiosidad malsana al respecto. Sin embargo, la imprevisión puede constituir una falta de responsabilidad.

En resumen: Buscar intencionadamente la manera de conocer el futuro, es una falta de confianza en Dios mismo. Ya sea por medio de un adivinador con cartas, bola de cristal o con lechugas en la cabeza. Ya sea por medio de los horóscopos, lectura de los posos del café o cenizas de un cigarro puro y demás zarandajas. Si el Señor lo desea, nos hará saber lo que nos concierne para advertirnos, no solamente por medio de una aparición o mociones y locuciones interiores extraordinarias, sino simplemente a través del sabio consejo de un buen director espiritual que habitualmente nos guíe en nuestro camino por la vida hacia la santidad, punto del cual no debemos separar la vista para la gloria de Dios y bien de nuestras almas. Y, si no nos lo hace saber de motu proprio, será que no necesitamos saberlo.

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LOS HORÓSCOPOS

Es, cuando menos, infantil, creer que un planeta o constelación, pueda ser determinante para nuestro carácter o nuestro destino. Científicamente el carácter viene dado por los genes que están conjuntados de tal modo que ninguna persona es igual a otra, ni aún los gemelos más similares. Hasta nuestras huellas dactilares son completamente diferentes al resto de los seres humanos.

Como creyentes, sabemos que Dios nos hace distintos y únicos, además, libres para trazar nuestro destino que de ninguna manera está predeterminado ni por Él siquiera. El hecho de que Dios conozca nuestro futuro, no significa en modo alguno que sea Él quien lo vaya trazando. Sus intervenciones puntuales en nuestra vida, dependen, no exclusivamente, pero sí en gran medida, de nuestra relación personal con Él y de su Misericordia por encima de todo y desde luego pertenecen al misterio divino que, humanamente no podremos nunca comprender.

Las circunstancias de cada individuo, se van tejiendo a lo largo de la vida, a través de nuestras propias decisiones y de los actos de otras personas que influyen en nosotros; construyendo así una cadena de destinos que vamos labrando entre todos libremente. Los acontecimientos que rodean a nuestra existencia, nos van moldeando tanto para bien como para mal y siendo así que cada uno somos diferente, vamos respondiendo a tales situaciones de un modo único y particular, que convierten nuestra vida y futuro en algo exclusivo de cada ser. Pues las mismas reacciones no se dan en un ser humano que nace bajo costumbres completamente inusuales en nuestro hábitat. Por tanto, condiciones familiares, sucesos climáticos, acontecimientos de salud o un simple cambio de barrio, nos pueden influir hasta el punto en que, de no haber dicho una palabra o dado un pequeño e insignificante paso, nuestra vida hubiera sido otra.

Tanto es así que mellizos adoptados y criados en diferentes lugares y circunstancias, llegan a un fin absolutamente distinto. Con lo cual, habiendo nacido el mismo día, la teoría de que los planetas determinan nuestro futuro y rigen nuestro destino, se viene abajo por sí mismo en este, como en cualquier otro caso. Es fácil caer en estas supersticiones que empiezan por generalizar y agrupar a los individuos, para luego, dependiendo de la hora exacta, detallarles un carácter u otro en base a unas llamadas "cartas astrales" que generan de manera premeditada y programada, inventadas por sabe Dios quién hace quién sabe cuántos siglos, en no sé qué cultura pagana; para terminar diciendo al fin, que cada individuo es diferente aún en medio de su genérica condición astrológica. O sea, un rollo. Como si los planetas pensaran por sí mismos y hablaran...

Ni que decir tiene que ningún planeta descarga energía de ningún tipo sobre las personas. Ni buena ni mala. Puede que biológicamente nos afecten en alguna medida, pero esa denominada "fuerza cósmica" no es más que un ilusorio deseo de recibir protección, que solamente Dios puede ofrecernos, como Creador y Señor del cielo y de la tierra. En ningún lugar de la Biblia encontramos que alguien haya recibido poderes ni protección de los astros o elementos celestes. El universo parece no tener principio ni fin, tal y como nosotros entendemos estos conceptos. Y los astrofísicos (que por cierto no creen en el horóscopo) nunca terminan de encontrar solución a sus cósmicos quebraderos de cabeza; para cuanto más, se le puede dar crédito a un par de líneas de horóscopo en el periódico. 

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ESPIRITISMO

"El espiritismo implica con frecuencia prácticas adivinatorias o mágicas. Por eso la Iglesia advierte a los fieles que se guarden de él." Esto dice el catecismo en una parte del C-2117.

Lo que la Iglesia ata en la tierra queda atado en el cielo, como Cristo dejó dicho. Es de suponer y afirmar tajantemente que ni la Iglesia se engaña ni nos engaña, como protectora y Madre Nuestra, cuando menos en materia dogmática. También las advertencias y consejos de la Santa Madre Iglesia, lejos de intentar subyugarnos, lo que pretenden es liberarnos de las ataduras mundanas, para pender solamente de Dios.

Todo aquello que la Iglesia nos aconseja y todo lo que nos demuestra ser pecaminoso, queda atado igualmente en el cielo, con toda lógica. Si uno es fiel al Magisterio eclesial, es fiel a Dios, Cabeza que nos aconseja por medio de su Cuerpo místico que es la  Iglesia, su Iglesia. Sería, por tanto, absurdo pensar que, desaconsejando la Iglesia el espiritismo, Dios lo apruebe consintiendo que las almas se nos manifiesten por medio de un procedimiento que su Cuerpo místico desaconseja.

Tampoco parece que las almas tengan voluntad en la otra vida, la cual se termina cuando morimos. Allá, sólo Dios tiene Voluntad Propia, sólo Él decide y ningún alma actúa por sí misma. Nadie puede manifestársenos, si Dios no le da el permiso antes. En el cielo manda solamente Dios. No así en la tierra, por desgracia; por eso mismo, Jesús decía con razón que rezáramos: "hágase tu Voluntad en la tierra como en el cielo".

Todas las almas son creadas por el Señor y todas ocupan un lugar tras la muerte. Las que pertenecen a Dios forman parte de la llamada Comunión de los Santos, junto a sus tres clases de Iglesias. Las almas que se dirigen al cielo: Iglesia Triunfante. La inmensa mayoría que pasan primero por el Purgatorio: Iglesia purgante, lugar en el que se tiene asegurada la vía al cielo y son propiedad del Señor por toda la eternidad. Todas las almas que en vida son fieles hasta la muerte a la Iglesia, forman la tercera: Iglesia militante. Pero aunque todas las almas son creadas por el Señor, algunas, por voluntad propia dejan de pertenecerle y tras la muerte se las lleva el diablo.

Invocación de los muertos

No siempre es necesario el uso de la famosísima ouija para invocar a los muertos. Basta entrar en el domicilio de una llamada médium y sentarse alrededor de una mesa, con las lámparas apagadas, una vela de tenue luz y las manos tomadas unos de otros para formar un círculo de "corriente de energía espiritista". La médium entra en "trance" cuando comunica con algún espíritu y comienza a hablar con diferentes voces. No quiero ni mencionar a los impostores, que lo único que buscan es un provecho económico abusivo. Prefiero centrarme en los usurpadores de almas que ciertamente consiguen conectar con almas del más allá. Que, como veremos, resultan ser del más allá... abajo.


Por descontado que las almas que se conectan con los médium, no son las que descansan en la paz del Señor. Se les suele llamar "almas en pena" aunque ni siquiera proceden del purgatorio, pues desde allí van a la Presencia Divina y están bajo la tutela de Nuestra Señora en su advocación del Carmen, quien les procura el auxilio atendiendo a los sufragios que desde nuestra posición como Iglesia militante podemos ir ofreciéndoles en forma de indulgencias que les acorten su penosa estancia de espera y purificación de alma.

Las almas que no sirven al Señor, ocupan ese lugar que Jesús llamaba la Gehena o el Hades, donde rechinan los dientes y que no es ni más ni menos que el infierno, oiga. A esas invocaciones, "sesiones de espiritismo" que desaconseja la Iglesia, acuden espíritus impuros, como el Evangelio los denomina, puesto que no pertenecen al Señor, ni es Él quien las envía y por descontado, los demonios, haciéndose pasar por familiares de los "consultantes" y creando un ambiente embaucador que no por ello deja de ser satánico. Por eso, cuando en una sesión de espiritismo, alguien se comunica realmente con un familiar o conocido, cabe entender que no está en buen lugar o que un demonio usurpa su voz.

El peligro de comunicarse con un demonio, sea del nivel que sea, requiere casi siempre, la intervención de un exorcista, pues las más de las veces, los que han tenido contacto con ellos, quedan poseídos de verdaderas impiedades y esclavizados por años de impurezas indignas, obligándolos en la mayor parte de las ocasiones a pecados y prácticas antinaturales, difíciles de reparar por un simple psicólogo.

Como anécdota, quiero recordar en esta página un suceso que mis abuelos siempre comentaban sobre una pobrecilla aldeana que tras una grave blasfemia, fue poseída de un espíritu vagabundo, según contaban sus padres. Hija de una lechera, la niña además de sufrir cierto retraso mental, era absolutamente analfabeta y su lenguaje, propio de la más ignorante de las criaturas. De buenas a primeras la jovencita tomaba el diario y lo leía correctamente, hacía su análisis crítico de las noticias y charlaba en un lenguaje culto sobre temas de medicina, por supuesto con voz y ademanes de un médico bien instruido.

Mi abuelo, que era un descreído para estos temas, conversaba no obstante con "él" y le tiraba de la lengua para saber cómo hacía eso de meterse en otro cuerpo y trataban a menudo sobre temas de actualidad y otros asuntos muy superiores a los que la niña, en estado normal no era capaz más que de sonreirse sin saber qué decir ni a qué se refería. Mi abuela por su parte, le conminaba a dejar a la niña en paz, pues cuando "el médico" se enfadaba, la obligaba a comerse los desperdicios de la basura y luego había que bañar y desinfectar a la pobre criatura de pies a cabeza ante la carcajada maliciosa del espíritu impuro que la poseía.

Pero además de hacerle comer basura a uno, los espíritus impuros, que estos sí, habelos ainos, se crea o no en ellos,  pueden obligar al poseído a barbaridades mucho menos anecdóticas y bastante más graves, como lo es la pederastia o las prácticas satánicas; baste mencionar como ejemplo, el caso reciente de aquella madre que abrió las entrañas de su pequeña hijita para sacarle un mal de adentro, produciéndole la muerte, como es de suponer. Es a estos penosos sucesos a los que se puede llegar si uno empieza por curiosear ingenuamente en jueguecillos que creemos de poca importancia. El de abajo es muy dado a insinuar sutilmente que debemos quitarle importancia a todo aquello que no le agrada al Señor.

Muchos quisiéramos comunicarnos con nuestros seres queridos ya fallecidos y hablarles como cuando estaban entre nosotros, para saber cómo están, cómo es el cielo o cuánto nos queda de espera para llegar al gozo eterno. Es natural sentir este deseo legítimo y es posible que el Señor llegue a concederlo, como en el caso conocido de algunos santos (¡que no hacían espiritismo!). Sin embargo, no por ello nos empecinamos en acudir a un médium porque nuestra curiosidad no pueda contenerse hasta el momento en que Dios lo disponga. Por satisfacer una curiosidad, no parece lógico arriesgar el estado de nuestra propia alma a sufrir consecuencias que pueden perdurar eternamente.

C-2116:
Todas las formas de adivinación deben rechazarse: el recurso a Satán o a los demonios, la evocación de los muertos, y otras prácticas que  equivocadamente "desvelan" el porvenir (Cf. Dt. 18,10; Jr 29,8) La consulta de horóscopos, la astrología, la quiromancia, la interpretación de presagios y de suertes, los fenómenos de visión, el recurso a médium encierran una voluntad de poder sobre el tiempo, la historia y, finalmente, los hombres a la vez que un deseo de granjearse la protección de poderes ocultos. Están en contradicción con el honor y el respeto, mezclados de temor amoroso, que debemos solamente a Dios.

En consecuencia, la superstición es pecado grave puesto que es ir en contra del primer mandamiento de la ley de Dios.
"El primer mandamiento prohibe honrar a otros dioses distintos del Único Señor que se ha revelado a su pueblo. Proscribe la superstición y la irreligión. La superstición representa en cierta manera, una perversión por exceso, de la religión. La irreligión es un vicio opuesto, por defecto, a la virtud de la religión." C-2110.

La suerte

La "suerte" en sí misma no existe. Sólo existe la Providencia Divina. ¿Qué es la suerte para un creyente? ¿Es un "ente"? ¿Es una "energía desconocida"? ¿Dónde está la suerte? ¿De dónde proviene? ¿De un objeto, una persona, un animal, de la tierra, del cosmos? ¿Puede dominarnos, guiarnos o desviarnos la suerte? ¿Puede influirnos algo que no existe, como lo es la suerte?

Para el católico libre de ataduras mundanas, Dios Todopoderoso es la Gracia Divina que nos sostiene. El que tiene toda respuesta para nuestras dudas y encrucijadas. De quien proviene todo auxilio y protección. Ni el católico ni ningún otro necesita recurrir a otro medio externo del que Dios nos ofrece. Por que Dios lo es todo y abarca todas las esferas de nuestra existencia, desde dentro hasta afuera de nuestro ser, sin el cual no seríamos más que la nada absoluta. Es inútil buscar nada fuera de Él y de su Divina Providencia. Todo lo demás no existe, es falacia, soberbia, vanidad y... apacentarse de viento.


construccion
Continuará...
Más adelante: las sectas.





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