A nuestros difuntos
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“Si para recobrar lo recobrado,
debí perder primero lo perdido.
Si para conseguir lo conseguido,
tuve que soportar lo soportado.
Si para estar ahora enamorado,
fue menester haber estado herido.
Tengo por bien sufrido lo sufrido,
tengo por bien llorado lo llorado.
Porque después de todo he comprobado,
que no se goza bien de lo gozado,
sino después de haber padecido.
Porque después de todo he comprendido,
que lo que el árbol tiene de florido,
viene de lo que tiene sepultado”.
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"Aunque Dios nos lo quite todo, nunca nos dejará
sin Él, mientras no lo queramos. Pero hay más: nuestras
pérdidas y separaciones no son más que por breve plazo."
San Francisco de Sales
Epistolario
"Una
flor sobre su tumba se marchita, una lágrima sobre su
recuerdo se evapora.
Una oración por su alma, la recibe Dios."
San Agustín
"Depositad este cuerpo mío en cualquier sitio, sin que os de
pena. Sólo os pido que dondequiera que estéis, os
acordéis de mí ante el altar del Señor"
(Palabras de Santa Mónica en su lecho de muerte.)
San
Agustín
Confesiones,
IX, 11
ORACIÓN POR
NUESTROS SERES QUERIDOS
Oh buen Jesús, que
durante toda tu vida te compadeciste de los dolores ajenos, mira con
misericordia las almas de nuestros seres queridos que están en
el Purgatorio.
Oh
Jesús, que amaste a los tuyos con gran predilección,
escucha la súplica que te hacemos y por tu Misericordia concede a
aquellos que Tú te has llevado de nuestro hogar el gozar del
eterno
descanso en el seno de tu infinito Amor. Amén.
Concédeles,
Señor, el descanso eterno y que les ilumine tu Luz perpetua.
Que
las almas de los fieles difuntos por la Misericordia de Dios descansen
en paz. Amén.
ORACIÓN
DE SAN AGUSTÍN POR LAS ALMAS DEL PURGATORIO
Dulcísimo Jesús mío, que para redimir
al mundo quisisteis nacer, ser circuncidado, desechado de los
judíos, entregado con el beso de Judas, atado con cordeles,
llevado al suplicio,
como inocente cordero; presentado ante Anás, Caifás,
Pilato y Herodes; escupido y acusado con falsos testigos; abofeteado,
cargado de oprobios, desgarrado con azotes, coronado de espinas,
golpeado con la caña, cubierto el Rostro con una púrpura
por burla;
desnudado afrentosamente, clavado en la Cruz y levantado en ella,
puesto
entre ladrones, como uno de ellos, dándoos a beber hiel y
vinagres y herido el costado con la lanza. Librad, Señor, por
tantos y
tan acerbísimos dolores como habéis padecido por
nosotros, a las almas del Purgatorio de las penas en que están;
llevadlas a descansar a vuestra santísima Gloria, y salvadnos,
por los
méritos de vuestra sagrada Pasión y por vuestra muerte
de Cruz, de las penas del infierno para que seamos dignos de entrar en
la posesión de aquel Reino, adonde llevasteis al buen
ladrón,
que fue crucificado con Vos, que vivís y reináis con el
Padre
y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén.
ORACIÓN
DE RECOMENDACIÓN DEL ALMA A CRISTO
Señor,
te encomendamos el alma de tu siervo(a) ... (mencione su nombre) y te
suplicamos,
Cristo Jesús, Salvador del mundo, que no le niegues la entrada
en el regazo de tus patriarcas, ya que por ella bajaste
misericordiosamente del cielo a la tierra.
Reconócela,
Señor, como criatura tuya; no creada por dioses extraños,
sino por Ti, único Dios Vivo y Verdadero, porque no hay otro
dios fuera de Ti, ni nadie que produzca tus obras.
Llena,
Señor, de alegría su alma en tu Presencia y no te
acuerdes de sus pecados pasados ni de los excesos a que la llevó
el ímpetu o ardor de la concupiscencia.
Porque,
aunque haya pecado, jamás negó al Padre, ni al Hijo, ni
al Espíritu Santo; antes bien, creyó, fue celoso de la
honra de Dios y
adoró fielmente al Dios que lo hizo todo. Dios la tenga en su
gloria. Amén.
RÉQUIEM
PARA UN
SER QUERIDO
Silencio y paz
Fue llevado al país de la vida. ¿Para que
hacer preguntas? Su morada, desde ahora, es el Descanso, y su vestido,
la Luz. Para siempre.
Silencio
y paz. ¿Qué sabemos nosotros?
Dios
mío, Señor de la Historia y dueño del ayer y del
mañana, en tus Manos están las llaves de la vida y la
muerte. Sin preguntarnos, lo llevaste contigo a la Morada Santa, y
nosotros cerramos nuestros
ojos, bajamos la frente y simplemente te decimos: esta bien. Sea.
Silencio
y paz.
Se
acabó el combate. Ya no habrá para él
lágrimas, ni llanto, ni sobresaltos. El sol brillará por
siempre sobre su frente, y una paz intangible asegurará
definitivamente sus fronteras.
Señor
de la vida y dueño de nuestros destinos, en tus Manos
depositamos silenciosamente este ser entrañable que se nos fue.
Duerma
su alma inmortal para siempre en la paz eterna, en tu Seno insondable y
amoroso, ¡oh Padre de Misericordia!
Silencio
y paz. Amén.
Nuestros seres amados:
No llores si me amas... Si conocieras el don de
Dios y lo que es el cielo... Si pudieras oír el cántico
de los ángeles y verme en medio de ellos... Si por un instante
pudieras contemplar como yo la belleza ante la cual las bellezas
palidecen... Créeme. Cuando llegue el día que Dios ha
fijado y conoce, y tu alma venga a este cielo en el que te ha precedido
la mía... Ese día volverás a verme...
Sentirás que te sigo amando, que te amé y
encontrarás mi corazón con todas sus ternuras
purificadas. Volverás a verme en transfiguración, en
éxtasis, feliz... Ya no esperando la muerte, sino avanzando
contigo, que te llevaré de la mano por los senderos nuevos de
luz y de vida. Enjuga tu llanto y no llores si me Amas.
San Agustín
La Comunión de los
Santos
Al honrar a todos los
santos, la Iglesia en verdad alaba la bondad de Dios
que les
concedió el torrente de su gracia y, al invocarlos, su clamor no
se
detiene en
un intercesor milagroso, sino que llega hasta el mismo Cristo, a
quien estos
bienaventurados están ligados íntimamente en la unidad de
su Cuerpo
Místico. Nosotros también los amamos y veneramos
porque la plenitud de la vida de Cristo se manifiesta
en ellos. La gloria de Cristo brilla en ellos y mueve nuestros corazones para
seguirlos e imitarlos en su lucha por el bien. Santos son los hombres y
mujeres por donde pasa la luz; seres transparentes, espejos de la luz de Dios que se
purifican constantemente para captarla mejor y reflejarla mas
perfectamente; son los grandes amigos de Dios.
Santidad es
gracia, pero santidad también incluye cooperación humana
valiente,
máximo esfuerzo y heroísmo sin par, pues la gracia no
anula la naturaleza ni las consecuencias del
pecado original.
Por eso el
rostro de todo santo ostenta las huellas de la lucha y del
sufrimiento.
Ningún ángel les apartó las
piedras del camino. Cada uno de
ellos
soportó, con dificultades, la maldición de Adán;
cada uno tenía sus
tareas y
problemas especiales, ninguno se ganó el premio sin haber
cargado con
su cruz. No fueron fugitivos del mundo, como los pinta la
opinión común. Aun retirados en la soledad
del desierto o la paz del convento, las tentaciones los acompañaron; pero
ellos lograron vencerlas. Muchos cayeron y volvieron a levantarse y destacaron
por su penitencia; otros se distinguieron por la inocencia de su
corazón.
La Iglesia
no conoce a todos sus hijos e hijas de virtud heroica y sólo
eleva a
algunos al
honor de los altares. Muchos de aquéllos sobre cuyas tumbas
prendemos en
este día las velas del recuerdo devoto, ya fueron aceptados por Dios en su gloria y
siguen al Cordero a donde quiera que vaya. Nadie conoce sus nombres; tal vez en
la tierra fueron insignificantes y despreciados; entregados a la voluntad
de Dios, sufrieron el martirio de las obligaciones de todos lo días.
También
a esos santos anónimos se honra en la fiesta de
este día. Les rogamos que intercedan por
nosotros para que sigamos valientemente sus pasos
y que nos
ayuden
a escalar un grado más de fe, de esperanza y de caridad.
No busquemos
milagros y visiones; meditemos sobre la base original de su virtud y la
unidad
interna de su vida.
San
Agustín, el hijo descarriado y más tarde santo, nos lo
interpreta: "aunque
todos se
armen con la señal de la cruz; aunque todos digan "amén"
y
canten el
aleluya;
aunque todos se bauticen, visiten iglesias y construyan catedrales, los hijos de Dios y los
hijos del diablo solo se diferencian por el amor".
Vive
hoy especialmente bien la Comunión de los Santos, ayudando
a los que
comparten tu camino, rezando por los que penan aún en el
Purgatorio, y
felicitando y
encomendándote a los que ya gozan de la gloria.
CERCA DE TI SEÑOR
Cerca de Ti Señor, yo quiero estar,
tu grande eterno Amor
quiero gozar.
Llena mi pobre ser,
limpia mi corazón,
hazme tu Rostro ver
en la aflicción.
Pasos inciertos doy, el sol se va,
mas si contigo estoy, no temo ya.
Himnos de gratitud
ferviente cantaré,
y fiel a Ti Señor, siempre seré.
Mi pobre corazón inquieto está,
por esta vida voy, buscando la paz.
Mas sólo Tú Señor,
la paz me puedes dar,
cerca de Ti Señor,
yo quiero estar.
Yo creo en Ti Señor, yo creo en Ti,
Dios vive en el altar presente en mí.
Si ciegos al mirar
mis ojos no te ven
yo creo en Ti Señor,
sostén mi fe.
Espero en Ti Señor, Dios de bondad,
mi roca en el dolor, puerto de paz.
Porque eres fiel Señor,
porque eres la Verdad,
espero en Ti Señor,
Dios de bondad.
Suspira por beber del manantial,
la cierva que al correr sedienta va.
De Ti mi corazón
sediento siempre está,
amarte a Ti Señor, será mi
afán.
Cerca de Ti Señor, yo quiero estar,
tu grande eterno Amor
quiero gozar.
LAS TRES IGLESIAS
Se
llama Iglesia a la asociación de los que creen en Jesucristo. La
Iglesia se divide en tres grupos:
Iglesia
triunfante: los que ya se salvaron y están en el cielo
(día de todos los santos).
Iglesia
militante: los que estamos en la tierra luchando por hacer el
bien y evitar el mal.
Iglesia
purgante: los que están en el purgatorio
purificándose de sus pecados, de las manchas que afean su alma.
El Catecismo de la
Iglesia Católica, publicado por el Papa Juan Pablo II en 1992,
es un texto de máxima autoridad para todos los Católicos
del mundo y dice cinco
cosas
acerca del Purgatorio:
1ª.
- Los que mueren en gracia y amistad de Dios pero no perfectamente
purificados, sufren después de su muerte una
purificación,
para obtener la completa hermosura de su alma (1030).
2ª.
- La Iglesia llama Purgatorio a esa purificación, y ha hablado
de ella en el Concilio de Florencia y en el Concilio de Trento. La
Iglesia para hablar de que será como un fuego purificador, se
basa en aquella frase de San Pablo que dice: "La obra de cada uno
quedará al descubierta, el día en que pasen por fuego.
Las obras que cada cual ha hecho
se probarán en el fuego". (1Cor. 3, 14).
3ª.
- La práctica de orar por los difuntos es sumamente antigua. El
libro 2º. de los Macabeos en la S. Biblia dice: "Mandó Juan
Macabeo ofrecer sacrificios por los muertos, para que quedaran libres
de sus pecados" (2Mac. 12, 46).
4ª.
- La Iglesia desde los primeros siglos ha tenido la costumbre de orar
por los difuntos (Cuenta San Agustín que su madre Santa
Mónica lo único que les pidió al morir fue esto:
"No se olviden de ofrecer oraciones por mi alma").
5ª.
- San Gregorio Magno afirma: "Si Jesucristo dijo que hay faltas que
no serán perdonadas ni en este mundo ni en el otro, es
señal
de que hay faltas que sí son perdonadas en el otro mundo. Para
que Dios perdone a los difuntos las faltas veniales que tenían
sin
perdonar en el momento de su muerte, para eso ofrecemos misas,
oraciones
y limosnas por su eterno descanso".
De San
Gregorio se narran dos hechos interesantes:
El
primero: ofreció 30 Misas por el alma de un difunto, y
después el muerto se le apareció en sueños para
darle las gracias, porque por esas Misas había logrado
salir del purgatorio.
El segundo:
un día estando celebrando la Misa, elevó San Gregorio la
Santa Hostia y se quedó con Ella en lo alto por mucho tiempo.
Sus ayudantes le preguntaron después por qué se
había quedado tanto tiempo con la Hostia elevada en sus manos, y
les respondió:
"Vi que mientras ofrecía la Santa
Hostia a Dios, descansaban las benditas almas del purgatorio".
Desde
tiempos de San Gregorio (año 600) se ha popularizado mucho en la
Iglesia Católica la costumbre de ofrecer Misas por el descanso
de las benditas almas.
Sobre San Agustín se cuenta que alguien le preguntó:
"¿Cuánto rezarán por mí cuando yo me haya
muerto?" y él le respondió: "Eso depende de cuánto
rezas tú por los difuntos. Porque el Evangelio dice que la
medida que cada uno emplea para dar a los demás, esa medida se
empleará para darle a él".
¿No rezaremos
más por los difuntos?
¿No vamos a ofrecer por ellos Misas, Comuniones, limosnas y
otras buenas obras?
Los muertos no vienen
a espantar a nadie,
pero sí rezan y obtienen favores en favor de los que rezan por
ellos.
MEDITACIÓN
SOBRE
LA MUERTE
DE NUESTROS PARIENTES Y
AMIGOS
I. Todos los días
vemos que se mueren personas que nos son queridas. Si sucumben a una
muerte súbita e imprevista, aun después de una vida poco
edificante, no desesperemos de su salvación; tal vez han
invocado a Dios y han
obtenido el perdón de sus faltas en el último momento;
con
todo, tomemos nuestras medidas para no ser sorprendidos en la misma
forma.
Si estas personas mueren con la muerte de los justos,
tengámosles santa envidia. ¿Te afliges de ver morir a tal
pariente o a tal amigo? consuélate, es más dichoso que
tú si ha muerto santamente. Tú combates aún,
él triunfa ya. Que tu fe, tu esperanza y tu caridad te consuelen.
San Agustín
II. Dios quiere
desapegarte de las personas que más amas, a fin de que te
pertenezcas por entero; quiere que pienses a menudo en la muerte.
Escucha qué te dice: Hoy es mi turno, mañana será
el tuyo. ¿Qué estima tiene ahora ese amigo de aquello que
era el objeto de sus afanes? Un día estarás como
él en el lecho de muerte. Ten los sentimientos que entonces
tendrás y despreciarás lo que
más amas.
III. No esperes la hora
de la muerte para prepararte a morir bien. No sabes cuándo ni
cómo morirás: haz ahora todo lo que entonces quisieras
haber hecho. ¿Estarías dispuesto a morir en este momento?
Pensemos incesantemente en la muerte; esforcémonos lo más
que podamos para no estar eternamente separados de nuestros parientes y
amigos, que gozan ahora de la gloria del paraíso. Allí
nos espera gran número de
aquellos que nos son queridos.
San
Cipriano
ORACIÓN
Dios
de Misericordia, iluminad los corazones de vuestros fieles y
concedednos la gracia de despreciar las prosperidades mundanas y gozar
sin interrupción de los consuelos celestiales. Amén.
Orad
por vuestros parientes difuntos.
A Santa María,
Madre nuestra y Reina de todos los santos nos encomendamos,
especialmente en su advocación
como Virgen del Carmen, para que guíe nuestros pasos hasta la
Eterna
Bienaventuranza, como las madres de la tierra hacen con sus
pequeños,
que los observan y animan con amor mientras caminan y los socorren en
sus
tropiezos.
Un enlace excelente sobre el dogma del Purgatorio y la
Resurrección de los muertos del libro "Para Salvarte" del Padre Jorge Loring
de amena lectura, no te lo pierdas.
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